Este fin de semana lo he pasado en Harwich (Essex), una pequeña ciudad costera donde se encuentra uno de los mayores puertos internacionales de Europa.
El sábado por la mañana, bien pronto, tras haber consultado el horario de mareas (no olvidemos que esto es el Gran Atlántico Norte, y las mareas son bestiales), fuimos directos a una pequeña playa, junto a un paseo, donde un pequeño grupo de vuelvepiedras zascandileaba en busca de pequeños invertebrados y restos de peces, y más cerca de la orilla, algunos ostreros se afanaban en encontrar su desayuno. Entre la grava pulida y las acumulaciones de algas
(Fucus y
Laminaria), vi muchísimos ejemplares de ostra de gran tamaño y de sus restos, incluso recogí varias valvas aún enteras, pero sin inquilino. También encontré conchas de otros moluscos como bígaros
(Littorina littorea, L. obtusata), alguna que otra lapa y la invasora
Crepidula fornicata, introducida desde América del Norte.
En esta playeta, nos dedicamos a hacer lo que muchos han hecho desde hace casi 300 años: buscar pequeños fósiles procedentes de la
Arcilla de Londres, sobre todo, dientes de tiburones del Eoceno (hace 55 millones de años, aproximadamente). A las 8.45 am ya estábamos en cuclillas, revolviendo la gravilla, observando minuciosamente cada pequeña piedra oscura que se daba la vuelta al pasar la gran valva de ostra que usábamos para remover la arena.
Mientras nos afanábamos en la busca de estos pequeños tesoros sacados al exterior por la fuerza maremotriz, perdíamos la noción del tiempo. La temperatura era inferior a 7 C, pero nos sentíamos extrañamente cómodos junto a las turbias aguas del Mar del Norte, mientras nos sobrevolaban algunas gaviotas.
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Algunos de los dientes de seláceos del Eoceno fosilizados que encontramos. |
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A la izquierda del todo, ni idea, posiblemente (según me han dicho), podría tratarse de una púa de erizo de mar del terciario; a su derecha, en segundo lugar, un cilindro con un agujero interno (¿belemnites?). Las tres estructuras grandes y oscuras sí pueden ser trozos de belemnites pulidos. A la derecha de la moneda, ni idea de lo que puede ser, pero "algo" parece. |
Uno de los tesoros que encontré fue un huevo de raya. No me lo podía creer. Son relucientes, oscuros, del color del alcohol que duerme almacenado y olvidado durante décadas en un armario de los abuelos. Me aseguré de que estuviera hueco (la pequeña raya ya había nacido, pues la estructura tenía una apertura en uno de sus extremos) y lo recogí.
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El huevo de raya, ya seco. En inglés se le llama "Mermaid's purse", que significa "monedero de sirena". |
Más tarde nos dirigimos al muelle de
Ha' Penny, paseando. Las gaviotas, tranquilas, descansaban sobre las empalizadas, mientras algunos
vuelvepiedras comunes (Arenaria interpres) merodeaban por la zona. Nos dio la impresión de que querían acercarse, pero recelaban ligeramente, así que me incliné y estiré la mano, aunque no tuviera nada, para ver cómo reaccionaban. Para mi sorpresa, el animalito vino corriendo, estirando el cuello para ver si de verdad llevaba algo que darle. Probamos con unas miguitas de pan que nos dieron en una caseta y hasta las gaviotas se interesaron.
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Gaviota argéntea (Larus argentatus) de primer invierno. |
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Uno de los confiados vuelvepiedras (Arenaria interpres) del muelle. |
Después de comer decidimos regresar a la playa. La marea se estaba retirando decenas de metros, dejando al descubierto pequeñas charcas y recovecos llenos de mejillones, bígaros y otros moluscos marinos. Las limícolas y gaviotas no dejaban pasar la oportunidad de darse un banquete, y agachados en un rincón de la playa, las aves se acostumbraron a nosotros. Tras un rato de observación ornitológica, continuamos hacia la otra zona de la playa donde habíamos buscado los fósiles.
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Ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus) en los bajíos. |
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Vuelvepiedras común (Arenaria interpres) alimentándose de los restos de un gádido (tal vez un bacalao o un eglefino). |
En esta segunda búsqueda de tesoros marinos y geológicos, reliquias del paso de la vida por la tierra, seguí recogiendo otras cositas que el mar traía o desenterraba. Entre ellas (aparte de más dientes), huesos fósiles, seguramente de algún mamífero; caparazones de cangrejos, caracolas... Un grupo de barnaclas carinegras
(Branta bernicla bernicla) pasó volando a toda velocidad hacia el sur.
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Trozos de huesos de mamíferos fosilizados. |
Como me gustan las entradas asi en el blog, buenisimo!! sigue asi :D
ResponderEliminarPor cierto soy fanny jejeej
Muuuuy interesante y, francamente, envidiable.
ResponderEliminarGracias por contarnoslo!!