jueves, 18 de mayo de 2023

Fin de semana en la Sierra de Alcaraz

13 de mayo

El sábado, por la tarde, nos fuimos María del Mar Castillo, Alonso Ródenas, Miguel Domenech, Paula Poveda y yo de nuevo a las zonas cercanas a Riópar, con la esperanza de volver a ver la Graellsia isabelae. Nos alojamos de nuevo en la Pensión Pradera, en Mesones, lugar muy recomendable para la observación de fauna y flora y muy cerca de puntos interesantes para realizar rutas senderistas. Finalmente, no volvimos a ver esta mágica especie, pero vimos otras, también muy interesantes.

Recién llegados por la tarde, dimos una vuelta por el bosque bajo una lluvia bastante deseada pero insuficiente para humedecer bien la tierra. Por la calle, me encontré un ciervo volante menor (Dorcus parallelipipedus), un escarabajo que tenía muchísimas ganas de ver, y que me pareció verdaderamente pequeño comparado con su primo, el ciervo volante (Lucanus cervus). Posteriormente encontraríamos otro ejemplar, enganchado en una telaraña de una pared.

Nos acercamos a la llamada Balsa de la Guitarra, donde permanecimos un rato explorando el terreno, y yo me fijé, sobre todo, en la vegetación. Mi amigo Miguel encontró varios ejemplares de Petaloptila isabellae correteando entre la hojarasca. Vi varios árboles y arbustos propios de estos bosques, como el serbal morisco (Sorbus aria), el serbal (Sorbus domestica), el durillo (Viburnum tinus), el acebo (Ilex aquifolium) y el olmo de montaña (Ulmus glabra), entre otras. También vimos algunas orugas de Euproctis chrysorrhoea paseándose por las hojillas de las hierbas cerca de un arroyo.

Algunas plantas observadas en este entorno cercano a Riópar: berro de agua (Nasturtium officinale), serbal morisco (Sorbus aria) y olmo de montaña (Ulmus glabra).

Después de cenar, hicimos un paseo nocturno en busca de más fauna. En un seto de ciprés, desde lejos vimos una esfinge del chopo (Laothoe populi), una bella esfinge cuyo ejemplar adulto todavía no había visto aún. El grupo de las esfinges (familia Sphingidae) destaca por contar con algunas especies de gran tamaño y el tamaño de la del chopo no defrauda.

Esfinge del chopo (Laothoe populi)

También hay que reseñar un ejemplar de sapo partero bético (Alytes dickhillenii), endemismo de estas sierras, y una salamandra (Salamandra salamandra) momificada. Tengo muchas ganas de encontrar un ejemplar vivo, porque de momento solamente he visto ejemplares adultos muertos y renacuajos en pilones y arroyuelos, pero nunca una salamandra adulta viva. Espero encontrarla este año. Tristemente, cada vez es más escasa y difícil de ver.

Sapo partero bético (Alytes dickhillenii)

Momia de salamandra (Salamandra salamandra morenica)

14 de mayo

Al día siguiente, a media mañana, nos dirigimos hacia la ruta que sube hacia el tejo del Calar del Mundo, por el arroyo de la Celada, un sendero que me encanta y que es muy especial para mí, por varias razones. Se trata de un camino que atraviesa los pinares de las cercanías del Cortijo de Segundo, donde predomina el pino laricio o negral (Pinus nigra subsp. salzmannii), acompañado del pino resinero (Pinus pinaster) y quejigos (Quercus faginea), encinas (Q. ilex subsp. ballota), espinos albares (Crataegus monogyna y C. laciniata), arces (Acer opalus subsp. granatense), y, de vez en cuando, sobre todo en las zonas más altas, acebos (Ilex aquifolium) y, más raramente, tejos (Taxus baccata). Es decir, son bosques de montaña mediterránea donde llueve lo suficiente como para que los árboles que estamos acostumbrados a ver en nuestros campos conviven con especies eurosiberianas relícticas. Cerca del Cortijo de Segundo, está mi árbol favorito (como especie y como ejemplar) de la provincia de Albacete, un grande y bello ejemplar de serbal (Sorbus domestica) que he visitado varias veces.

En el sotobosque de estos pinares, destacaban las llamativas flores de las peonías (Paeonia broteri).

Paeonia broteri

Subida hacia el Cortijo de Segundo, rodeados de pinos negrales, quejigos, arces y espinos albares.

Aquí crece el serbal doméstico por el que siento devoción, rodeado de encinas y espinos.

Su tronco invita a sentarse debajo para disfrutar de la vida del bosque.

Conforme continuamos ascendiendo, dejando atrás el serbal, encontramos algunas pequeñas praderas donde crecen helechos (Pteridium aquilinum). En estos herbazales encontramos ninfas del gran grillo verde (Tettigonia viridissima) y saltamontes de la especie Chorthippus jacobsi. Por el camino, se veían aceiteras (Berberomeloe majalis).

Praderas con Pteridium aquilinum.

Durante la subida hasta un desvío señalando hacia el famoso tejo (Taxus baccata) del Calar del Mundo, nos encontramos diversas especies de mariposas que nos acompañaron durante todo el trayecto.

Bandera española o aurora meridional (Anthocharis euphenoides)

Sofía (Issoria lathonia)

Sofía (Issoria lathonia)

Doncella punteada (Melitaea cinxia)

Sofía (Issoria lathonia) sobre una flor de algo parecido a una escabiosa.

Al llegar a una división del camino, que seguía ascendiendo, vimos una señal que apuntaba a la derecha, en la que ponía "TEJO - 1,5 km". "Anda, pues no está muy lejos", dijimos. Sí, sí. Tardamos una hora en ascender hasta el entorno del tejo, por un camino que a veces se empinaba tanto que costaba agarrarse bien al suelo y casi había que ir a cuatro patas, saltando por encima del arroyo de la Celada. Pero valió la pena. El cansancio que siento después de una buena ruta por el monte me hace sentir bastante bien. Hay que entender también que últimamente no hago rutas muy extenuantes y que cada dos por tres me paro en algo que me llama la atención, por lo que quizá la subida habría sido más rápida si la vida simplemente nos hubiera concebido como senderistas que hacen rutas con el único fin de andar por el campo y nada más. Pero no puedo evitar fijarme en las especies que aparecen a nuestro paso, y rodeado de amigos que son como yo, esa peculiaridad propia se acrecenta.

Brotes nuevos en un joven tejo.

Acebo (Ilex aquifolium)

Florecilla de un ajo silvestre, creo que es Allium moly. La vi en algunos rodales de forma abundante, inundando el ambiente con su aroma.

Flor de peonía con un escarabajo del sudario (Oxythyrea funesta).

Más peonías en el bosque.

Hubo dos momentos en que nos sentimos un poco desesperados, porque era la hora de comer y no llevábamos nada de almuerzo (gran error), pero sentíamos la necesidad de alcanzar el tejo del Calar del Mundo. Entre los troncos de los árboles, si mirábamos hacia delante, se veía el cielo y cuando pensábamos que habíamos llegado a la cima, se trataba simplemente de una zona más expuesta y el sendero continuaba subiendo por otro lado. En estas zonas, parábamos y nos maravillábamos con el paisaje.

Sierra del Cujón.

Una curiosa salvia que me llamó la atención en una de las lomas que coronamos, Salvia phlomoides. Endemismo de la región mediterránea occidental que crece en montañas calizas altas.

Otro endemismo, pero del sur de España, Convolvulus boissieri.

Esta peonía crecía entre una gran rama tronchada de un quejigo (Quercus faginea).

Sin duda, el tronco caído procedía del enorme ejemplar de la izquierda.

Conforme ascendíamos y ascendíamos, los pinos se volvían más dispersos y comenzaban a abundar los matorrales con forma de cojín, muy compacto y espinosos, adaptados a las altitudes de la montaña mediterránea.

Comenzaba la floración de Echinospartum boissieri, endemismo de las montañas béticas.

Echinospartum boissieri

En las partes más altas de la montaña, teníamos señal de 4G en el móvil, por lo que pudimos acceder a Google Maps y comprobar que, efectivamente, el ansiado tejo no quedaba muy lejos. En cierto momento, lo divisamos en la distancia. Habíamos llegado a una loma, a casi 1500 m de altitud, y el tejo estaba en la loma de al lado, en el Calar desarbolado, poblado de arbustos dispersos, espinosos y compactos. Valorando la hora que era, el tiempo que tardaríamos en volver a Riópar, la población más cercana, donde pensábamos comer, y la hora a la que teníamos que estar de vuelta en casa, decidimos no acercarnos más, puesto que, según nuestros cálculos, tardaríamos por lo menos media hora en llegar hasta el árbol. Lo admiramos desde la distancia, acordando entre todos volver en otro momento, cargados de bocadillos, y acercarnos un poco más, siempre desde el respeto que se le debe a un árbol milenario y sensible a las perturbaciones.

Tejo del Calar del Mundo, cuya edad aproximada es de unos 1.500 años.

En esta cumbre, encontramos uno de los insectos más característicos de las grandes altitudes montañosas de nuestro entorno, un grillo gordo y desconocido para muchos, a pesar de ser bastante común: Pycnogaster sanchezgomezi constricta, capaz de resistir temperaturas bastante bajas entre arbustos muy espinosos y compactos, como el cojín de monja (Erinacea anthyllis). Después de admirar este insecto y el tejo, nos dimos la vuelta y volvimos por el mismo camino por el que habíamos subido, aunque un poco más rápido.

Pycnogaster sanchezgomezi constricta

Durante la bajada, seguimos admirando los pinares.

La lagartija colilarga (Psammodromus algirus) es un reptil fácil de observar en estos bosques.

Las flores de las aguileñas (Aquilegia vulgaris subsp. hispanica) nos acompañaron todo el tiempo que estuvimos cerca del agua, brotando aquí y allá en herbazales húmedos junto a ríos y arroyos.

Y así concluyó otro gran fin de semana en el Parque Natural de los Calares del Mundo y de la Sima, disfrutando de la naturaleza al máximo en un entorno sin igual, riéndonos y compartiendo conversaciones muy enriquecedoras.

lunes, 8 de mayo de 2023

Paisaje mediterráneo

Una ladera del valle del río Júcar a su paso por mi provincia, por donde vagamos ayer mi mujer y yo. Me gustó este rincón, donde se muestra el tipo de vegetación que tan grabado llevo en mis recuerdos de siempre. Se aprecian algunos pinos piñoneros (Pinus pinea), de globosas copas, y pinos carrascos (P. halepensis) al fondo, así como una encina (Quercus ilex subsp. ballota) a la izquierda. La intensa sequía que estamos padeciendo en España no parece afectar a ciertas especies de árboles de nuestro entorno más cercano.

lunes, 1 de mayo de 2023

Viaje a Costa Rica II: viajamos a Tortuguero

12 de abril

El segundo día en Costa Rica, nos recogían muy pronto para dirigirnos a la zona del Parque Nacional de Tortuguero, localizado en la zona noreste del país, en la vertiente caribeña. Nos despertamos muy pronto por la mañana, hacia las 4:30h, y en seguida empezamos a notar la biodiversidad a nuestro alrededor: en el tejado de enfrente de nuestra ventana del hotel, un mosquero cejiblanco (Myiozetetes similis) emitía su constante llamada.
Mosquero cejiblanco (Myiozetetes similis), San José. 12.4.23.

    Nuestro guía, Miguel, que estaría con nosotros durante los tres días que estaríamos en Tortuguero, nos recogió en el lobby del hotel y nos pusimos en camino en el autocar, pasando por el centro de San José. Cada vez que parábamos, veíamos diferentes especies de pájaros nuevos.

Tangara azuleja (Thraupis episcopus) a través de la ventana del autocar. San José, 12.4.23.

    Los horarios en Costa Rica son bastante distintos a los de España. Allí anochecía a las 18h pero a las 4h y algo de la mañana, los animales ya empezaban a moverse y, al poco tiempo, amanecía sobre las 5h. La tangara azuleja la vimos hacia las 6:20h. Lo que nos parecía que era media mañana, era en realidad las 8:00h de la mañana. Poco después de esa hora, paramos para desayunar cerca de Guápiles, en un restaurante cerca del río Blanco. Durante el rico almuerzo, se acercó a nosotros un colibrí, ¡mi primer colibrí! Tenía muchísimas ganas de ver en directo uno de estos pájaros, y pudimos verlo muy bien, buscando néctar en una heliconia.

Colibrí por identificar libando en una heliconia.

    Después, dimos una vuelta por los alrededores del restaurante, donde había un sendero laberíntico donde se podía observar un ejemplo de la diversa vegetación tropical, aparte de algunos animalillos.

Tirano tropical (Tyrannus melancholicus)

Mariposa del género Mechanitis.

Río Blanco

Las bromelias son plantas muy abundantes y diversificadas en Costa Rica. Prácticamente en cada árbol grande se pueden ver bromelias creciendo epifíticamente. En los huecos de sus hojas se acumula agua, donde se guarecen ranitas trepadoras y otros animales, los cuales son aprovechados por los monos.

Monstera tuberculata var. brevinoda

Platanitos rosas de Musa velutina.

    Poco después, seguimos el camino hasta el embarcadero de Caño Blanco, atravesando campos de bananeros. Aquí cogeríamos una embarcación que nos llevaría por los canales hasta nuestro hospedaje. Conforme arrancaba el bote, Miguel, nuestro guía, nos avisó de que no se trataba de un tour por los canales, pero que si veíamos algo interesante, intentarían parar. Menudo viaje de transporte, pensé una vez llegamos a tierra: vimos de todos los animales habidos y por haber, y teníamos los ojos como platos. Hacía mucho calor y humedad, pero la sorprendente biodiversidad del lugar nos tenía muy distraidos. Entablé conversación con un británico muy amable que viajaba con su familia varias veces, porque vi que estaba interesado en la naturaleza. Luego me dijo que estaba estudiando un máster en biodiversidad en Londres y compartimos algunas palabras sobre la fauna que veíamos y mirábamos mi guía de aves para saber lo que estábamos viendo. Luego acabé haciéndome medio amigo suyo. Ea, siempre dando la nota, como dice mi amigo Alonso. No puedo evitarlo. En fin, que me desvío, el caso es que en el viaje desde Caño Blanco hasta el Laguna Lodge, nos pareció que estábamos en el paraíso zoológico y el capitán del bote fue muy generoso parándolo para que los turistas viéramos bien todos los animales.

Canales de Tortuguero. El agua estaba llena de limo y no se veía el fondo, hacia tierra firme se veían herbazales palustres donde se guarecían garcillas y otras aves, y detrás ya crecían los árboles. Vi muchas palmeras con palmas enormes. En estos herbazales flotantes es donde más cocodrilos y caimanes se pueden ver.
El primer cocodrilo americano (Crocodylus acutus) que vimos estaba escondido en un herbazal junto al agua, pero nos miró fijamente con su pupila vertical.

Mono aullador o congo (Alouatta palliata). Esta es una de las cuatro especies de mono que se ven en Costa Rica. Vimos muchos ejemplares en las ramas de los árboles que crecen junto a los canales de la zona.
    Cuando pensaba que no íbamos a ver más cocodrilos y que no íbamos a tener mejores vistas de un animal así nunca más, de repente, el bote frenó en el agua. A babor, una pequeña isleta albergaba un enorme cocodrilo americano con la boca abierta de par en par. A su alrededor, una jacana centroamericana (Jacana spinosa) y una garceta nívea (Egretta thula) se paseaban sin ningún problema.
El cocodrilo debía de medir casi 3 m de largo. El baño y tocar el agua en esta zona está prohibido precisamente por estos animales.

En cierto momento, durante la observación, cerró su enorme boca.

Y luego volvió a abrirla. Este comportamiento se debe a que los cocodrilos regulan su temperatura abriendo la boca.

La garceta nívea paseándose tranquilamente junto al cocodrilo.

El reptil ni se canteó. Sin duda, es un animal espectacular.

Otro de los animales que vimos, gracias al conocimiento de nuestros guías, fue el nictibio o pájaro estaca (Nyctibius grandis), que se localizaba sobre una rama a gran altura y parecía una simple prominencia del tronco donde descansaba. 

Nictibio grande (Nyctibius grandis) descansando.

Y, poquito antes de llegar al lodge, hizo acto de aparición el llamado gavilán de ciénaga (Busarellus nigricollis)

Gavilán de ciénaga (Busarellus nigricollis).

Una vez en nuestro destino, procedimos a devorar con ansia una rica comida con platos propios de Costa Rica, como pollo caribeño y frijoles, entre otros manjares como piña, papaya y sandía. ¡Incluso mientras comíamos detecté una iguana verde (Iguana iguana) y un basilisco verde (Basiliscus plumifrons) en el mismo árbol! En el cual, además, había algunas arañas del género Trichonephila, supongo que T. clavipes.
Iguana verde (Iguana iguana) alimentándose.

El mismo ejemplar.

Trichonephila clavipes

Basilisco verde (Basiliscus plumifrons) macho.

Una hembra de zanate (Quiscalus mexicanus), uno de los pájaros más abundantes y que vi que ocupaban casi cualquier nicho, bajo la iguana y el basilisco.

Nuestro lodge contaba con jardines y árboles de buen tamaño, lo que incluía una diversidad faunística muy novedosa para mí y bastante rica, todo sea dicho. Constantemente, se oían los psicodélicos cantos de las oropéndolas de Montezuma (Psarocolius montezuma), cuyas colonias colgantes se podían ver fácilmente justo encima de nuestra habitación.

Oropéndola de Montezuma (Psarocolius montezuma) trenzando su nido colgante.

Nidos de las oropéndolas de Montezuma, que pueden llegar a medir casi 2 m.

    Tras un breve descanso después de comer, fuimos a la localidad de Tortuguero, que da nombre al Parque Nacional. Dimos una vuelta por la zona, visitando primero la orilla del Caribe. Este mar, que imaginábamos más tranquilo, tenía un aspecto salvaje y peligroso, con olas continuas furiosas y altas. En la arena crecían palmeras cocoteras (Cocos nucifera) y kinos (Coccoloba uvifera).

Coco (Cocos nucifera) y vegetación costera típica de esta zona del Caribe.

Kino (Coccoloba uvifera) en flor.

A estas playas del Caribe vienen tortugas a desovar.

    En el cielo, se veían algunas aves costeras sobrevolándonos. Al mirarlas mejor con los prismáticos, me hizo muchísima ilusión darme cuenta de que se trataba de la fragata o rabihorcado magnífico (Fragata magnificens).

Rabihorcado magnífico (Fregata magnificens)

    También se veían zopilotes (Coragyps atratus), aves especializadas en comer desperdicios y carroña (han evolucionado de forma convergente con los buitres del Viejo Mundo, aunque pertenecen a órdenes diferentes). Volaban describiendo círculos planeando muy alto en el cielo y se veían algunos posados en las palmeras cocoteras.

    Después de visitar la playa, nos paseamos por "la calle" de Tortuguero, localidad pequeña pero con bastante ajetreo. Por supuesto, había muchísimos turistas, sobre todo norteamericanos, pero también de otros países. Nos acercamos a la iglesia de Tortuguero, un edificio modesto con un jardincillo alrededor, en el que encontramos, sobre una planta, unos saltamontes curiosos, de color negro y marcas rojas, sin duda con una librea que no invitaba a tocarlos o, dicho científicamente, con un claro color aposemático. Había muchos, como si fueran una pequeña plaga. Creo que son del género Taeniopoda.

Saltamontes posiblemente del género Taeniopoda, en Tortuguero.

    La iglesia tenía un pequeño porche en la entrada con el techo muy alto y, al mirar hacia arriba, encontramos dos gekos, cada uno de una especie, y una mariposa, refugiados en la bóveda.

Mariposa del género Urania algo deteriorada.

Geko sin identificar, posiblemente Hemidactylus frenatus.

Lepidodactylus lugubris, especie asiática introducida en América que se ha expandido rápidamente por buena parte de las zonas tropicales y subtropicales.

Las plantas también me llamaron mucho la atención, pues allí se cultivan especies tropicales de floración o fructificación muy llamativa.

Las palmeras son muy diversas y se cultivan numerosísimas especies, autóctonas y alóctonas. No sé a qué especie pertenece este alto ejemplar.

Flor de la pasión (Passiflora) creciendo sobre una tienda.

Syzigium malaccense, originaria del sureste asiático pero cultivada también en el Caribe.

Conforme nos paseábamos, para mí era inevitable seguir fijándome en la fauna. Tirano tropical (Tyrannus melancholicus).

Una calle de Tortuguero.

La llamada "palma del viajero" (Ravenala madagascariensis), una estrelitziácea originaria de Madagascar.

Bixa orellana, la bija, que tiñe de rojo la piel.

Más palmeras de llamativos estípites. Estas parecen ser Cyrtostachys renda.

Bauhinia monandra

    Cuando se aproximaba la hora de vuelta al lodge, detectamos en algunos jardincillos de tierra unos agujeros donde se escondían cangrejos de color azul eléctrico, los Cardisoma guanhumi. Nos llamó la atención que estuvieran fuera del agua guareciéndose en agujeros como si fueran terrestres, por lo que dedujimos que tenían acceso al agua del mar aunque fuera en el fondo de su guarida. Observamos que, si hacíamos movimientos rápidos, desaparecían en su túnel.

Cardisoma guanhumi

Cardisoma guanhumi

Al atardecer, cogimos de nuevo el bote que nos llevaría al lodge, no sin antes conseguir un rápido y borroso vistazo de los guacamayos o lapas verdes (Ara ambiguus). Dos días después, conseguiría ver y fotografiar varios ejemplares, pero en ese momento me dio mucha rabia no poder tomarles una buena fotografía.

Aquí me tenéis, muy feliz de conocer Tortuguero, justo antes de zarpar de vuelta al lodge.

Por la laguna de Tortuguero.

    De vuelta en nuestro lodge, pude observar un rápido aracari o tucancillo collarejo (Pteroglossus torquatus). Miguel, nuestro guia, nos dio unas breves explicaciones sobre lo que podíamos hacer al día siguiente y después le hicimos varias preguntas. En ese momento, Miguel nos señaló una enorme iguana que descansaba a unos 20 m de altura en un árbol:

Macho de iguana verde descansando.

Anda que no estaba a gusto...

    El día había sido largo e intenso, pero aún tuvimos tiempo de observar un sapo de caña mesoamericano (Rhinella horribilis) que se paseaba tranquilamente por el jardín del lodge, así como algunos anolis y grillos. El segundo día en Costa Rica nos había traído muchísimas observaciones de fauna muy interesante, pero seguíamos sin ser conscientes de que este fantástico país nos deparaba todavía más sorpresas.

¡Pura vida, amigos!

Continuará...

Sapo de caña (Rhinella horribilis). El bulto grande y blanquecino que tiene junto al anca derecha es una enorme garrapata.