miércoles, 17 de marzo de 2021

Clypeola jonthlaspi

     Mi amigo Pablo López Aracil, hace unos años, me habló sobre esta pequeña crucífera que de vez en cuando encuentro en el suelo del monte, entre espartos o romeros y en roquedos. Son curiosos sus pequeños frutos (silícula) circulares. Toda la planta está recubierta de pequeños pelos estrellados. 



martes, 9 de marzo de 2021

Encuentros entre tormentas

     Me encantan estos días de finales de invierno, cuando el sol se pelea con los frentes nubosos, intentando calentar con más fuerza, pero con parsimonia llegan nubarrones azul oscuro que traen cortinas de lluvia, hidratando la tierra previamente templada. El campo lo agradece y esto lo vemos en las primeras orquídeas del año, las minúsculas Hornungia petraea y Erophila verna que florecen en los suelos duros de roca, la llegada de algunas aves migratorias desde el sur, como el críalo (Clamator glandarius) y los cantos de otros pajarillos que han resistido el periodo frío, como los mirlos (Turdus merula) o los machos de verdecillo (Serinus serinus), que ya venían anunciando sus conciertos desde hace semanas. Espero con ilusión la sucesión de floraciones de los montes y la aparición de los animales que van despertando o llegando de África. 
    Desde las colinas cubiertas de ásperos matorrales grisáceos pinchudos que ya empiezan a despertar lentamente, se ve la gran llanura antropizada, verde y con una carretera larga que la cruza y que acaba en el Mediterráneo, y las nubes de un tono índigo que se acercan desde varios frentes, arrastrando columnas de una lluvia que distorsiona el horizonte. Estos instantes de lucha entre el cálido sol y las nubes me hacen sentirme algo nostálgico (nostalgia vernal) sin saber de qué realmente, como una necesidad de viajar a los confines de Iberia para ver nuevos horizontes y conocer diferentes perspectivas de una misma península o algo así.  Y aunque el horizonte neblinoso me avisa de unas tormentillas de nubes de color cobalto que merodean a pocos kilómetros, amenazando con unirse en una sola nube gigante desde varios frentes, me arriesgo a explorar la naturaleza una tarde cualquiera de principios de marzo. A mi llegada, me reciben las primeras aves. El rápido vuelo ondulado de un pájaro carpintero cruza el camino hasta posarse en el borde de un terraplén junto a un campo en barbecho. Es el pito real (Picus sharpei), endemismo ibérico muy relacionado con el gran pito real europeo (Picus viridis). Descubro por su bigote negro que se trata de una hembra. 

Pito real (Picus sharpei), hembra. Chinchilla, 8.3.2021.

    Junto a ella, sobre una coscoja (Quercus coccifera), se juntan un macho de pinzón vulgar (Fringilla coelebs) y un carbonero común (Parus major). 
    Detengo mi andadura tras descender por un camino natural, al borde de un gran escalón de piedra, y deslizarme entre las ramas bajas de dos encinas que forman un pequeño pasillo sin duda utilizado por algún animal para subir y bajar la ladera. En el suelo, nevado de hojas secas de encina, encuentro el hongo estrellado, que tiene el maravilloso nombre científico de Astraeus hygrometricus. La estrella de tierra que mide la humedad ambiental.
    Tras atravesar una densa mancha de espartos, romeros, albaidas y espinos, me siento a contemplar el horizonte, disfrutando del momento y con la mente puesta en lo que tengo directamente enfrente de mí. Pasan los coches a lo lejos, a toda velocidad, y más allá se ven zonas más oscuras con colinas onduladas. Entre la carretera y yo, pocos kilómetros de campos verdes o pardos.

Tormentas acercándose.
    En este mismo lugar, hace cuatro años, también me pilló una tormenta primaveral que me caló muy poco, pero fue en el mes de abril, y tenía la misma sensación de nostalgia de lluvia vernal. Recuerdo caminar a lo largo de la ladera, más allá de donde me encuentro ahora, entre las espigas nuevas de los espartos y las albaidas, y encontrar moluscos que sacaban sus tentáculos oculares. Me reclino un poco contra la pared sin tener en cuenta que, cerca, camina un pequeño insecto con un extraño aspecto. A primera vista, me parece un pequeño hemíptero, alguna chinche, pero su movimiento me hace pensar en alguna pequeña mantis. Evidentemente, por el patrón de color, me doy cuenta de que debe de ser otra cosa. La forma de su cabeza me da una pista: se trata de un díptero del género Tachydromia, de la familia Hybotidae.
Tachydromia. Chinchilla, 8.3.2021.
    A mi alrededor, florecen diferentes plantas de estos ambientes secos castigados por los elementos y me vienen a la cabeza nombres en latín que suenan a hechizos: Asplenium ruta-muraria, Iberis ciliata o Carex halleriana son algunos de ellos. Las albaidas (Anthyllis cytisoides) tienen muchas hojillas nuevas, pero todavía quedan dos meses para que empiecen a florecer con sus espigas de color amarillo pálido. 
Carex halleriana. Chinchilla, 8.3.2021.
    En el paredón calizo, descubro el movimiento rápido de la Pisaura mirabilis, una araña que corretea por el suelo deteniéndose de vez en cuando, paralizada en su trayectoria. Este ejemplar tiene un color que nunca había visto.
Pisaura mirabilis. Chinchilla, 9.3.2021.
    Reanudo mi camino, esta vez de vuelta, mientras se oyen los cantos de las cogujadas y el escribano triguero. Casi piso un ciempiés anaranjado que, al amedrentarse por mi presencia, se revuelve y camina del revés. El cielo cada vez más gris y oscuro, no impide que divise a lo lejos, sobre una encina, un alcaudón real (Lanius meridionalis) y dos zorzales charlos (Turdus viscivorus), que a mi paso vuelan a lo alto de la copa de otro árbol, desde donde vigilan mi recorrido, que ya termina, y las gotas empiezan a caer mientras la oscuridad lo cubre todo.
Alcaudón real (Lanius meridionalis). Chinchilla, 8.3.2021.
Zorzal charlo (Turdus viscivorus). Chinchilla, 8.3.2021.