miércoles, 21 de abril de 2021

El monte mediterráneo despierta lentamente

    El lunes 19 de abril, me aventuré a explorar una parte de la Sierra de mi pueblo que no he pateado excepto en invierno. Esta zona, por la que pasan esporádicamente ciclistas y andarines, se encuentra en un vallejo entre pinos, espartales y algún campo de labor pequeño. Hay zonas de monte bajo con genistas y asfódelos que parecen algo mejor conservadas que el resto de la sierra, con alguna encina joven no muy alta, pero digna de admirar. En total, anduve unos 11 km según el marcapasos del móvil, pero en una zona muy pequeña, ya que deshice lo andado varias veces, intentando no dejar algunos rincones de aspecto prometedor sin revisar.

En un claro de tomillar y herbazal, un buen rodal de orquídeas
espejo de Venus (Ophrys speculum) en seguida se hizo visible.

El ge de campo (Helianthemum cinereum) está estos días en flor.
No es difícil de detectar en todo el territorio.

    Mis pasos me llevaron a la zona más baja de lo que parecía una rambla entre los pinos, donde crecían de forma abundante el lastón y algunos asfódelos enormes. Entre los pinos no crecía prácticamente nada, excepto algún aladierno (Rhamnus alaternus) que esporádicamente aparecía a los pies de uno, seguramente procedente de la semilla ingerida por un pajarillo tiempo atrás. Un reclamo conocido me llamó la atención: era un papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), que ya están llegando a Europa.

Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca). Seguramente la mejor foto que he hecho en mi vida (no).


Dentro del pinar, encontré un árbol muerto y hecho trizas en el suelo. Tras examinar la diferente fauna que se aprovechaba de las cortezas que reposaban sobre la pinocha, como las hormigas Crematogaster scutellaris y algún colémbolo, detecté un liquen desprendido de la corteza de alguno de los árboles que circundaban la zona. Era Anaptychia ciliaris, un liquen que, en la Sierra de Chinchilla, solo he visto en tres localizaciones y que además denota que el aire es bastante puro en el entorno. A pesar de todo, es bastante raro de ver en la zona.

    Subiendo una ladera y alejándome del umbroso pinar, me dirigí hacia arriba través de una zona donde abundaban genistas, espartos, tomillos, salvias y lastones, y desde abajó vislumbré a contraluz las inconfundibles campanillas de Fritillaria lusitanica, una bulbosa de la familia de las liliáceas, que suele ser polinizada por avispas y que florece en abril.

Fritillaria lusitanica

    Al llegar a un camino y mirar hacia arriba, descubrí en el cielo la silueta inconfundible de un águila real (Aquila chrysaetos), la reina de las aves.

Águila real (Aquila chrysaetos)

    Un nuevo descendimiento a la rambla de antes me deparó una sorpresa arácnida, una garrapata en la rodilla. Menos mal que no se me enganchó. De nuevo en el pinar, encontré dos líquenes de suelo, uno de ellos era el abundante Cladonia foliacea subsp. endiviifolia y el otro, más escaso, Cetraria aculeata. Tras estos encuentros, un breve paseo por la Rambla del Agua me revela algunas otras especies de flora y fauna típicas del lugar. Aún así, noto que todavía no ha llovido suficiente esta primavera, una época crítica para las plantas. Esperemos que estas semanas caiga agua como debe caer, sin prisa pero sin pausa.

Las abundantes espigas florales de los asfódelos o gamones (Asphodelus aff. cerasiferus).

Collalba rubia (Oenanthe hispanica)

Neotinea maculata, otra orquídea, algo más escasa en la zona.

Orquídea abejera amarilla, creo que así se llama en castellano, Ophrys lutea.

Otra orquídea, Ophrys tenthredinifera.

La abundantísima Ophrys fusca.

Fritillaria lusitanica

Globularia vulgaris

Otro de los aspectos que puede presentar Ophrys fusca.

Fritillaria lusitanica, flor sin abrir.

lunes, 5 de abril de 2021

Colirrojo real, orquídeas y mariposas: comienza la primavera

 Esta tarde fui a regar unas plantas autóctonas que plantamos hace un tiempo en la Sierra de Chinchilla, ya que lleva sin llover por lo menos desde el año 1283 d.C. Aprovechando la situación, me he dado un corto paseo por la Sierra en busca de alguna orquídea diferente a las Ophrys fusca que florecen ahora por doquier en el entorno (spoiler: no encontré ninguna otra de las ocho especies que he localizado hasta ahora por la zona; hace falta agua y tiempo). Al llegar, me reciben algunos himenópteros como tres millones de abejas de la miel y una Anthophora en los romeros, y una bonita Iphiclides feisthamelii que luego me volveré a encontrar, al volver al coche. Tras un paseo mirando diferentes ejemplares de orquídeas, me he detenido en una roca de un lastonar a observar los pajarillos forestales: jilgueros, pinzones, agateadores, mitos, carboneros comunes, piquituertos... revoloteaban de aquí para allá, ajenos a mi presencia (o seguramente no). 
    Después de anotar las observaciones en el cuaderno de campo, continúo hacia otra zona dentro del pinar, donde encuentro un rodal de una decena de orquídeas y me tumbo junto a ellas para dibujarlas e indicar sus partes en el cuaderno. Al rato, un pequeño paseo por un romeral me revela la presencia de otros animalillos, como las mariposas Pontia daplidice, Vanessa cardui Callophrys rubi, y la araña Agalenatea redii. En uno de los romeros, liba una esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum), con su larga espiritrompa.

Esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum)

Romeral junto a la Rambla del Agua.
Agalenatea redii

    De repente, en el pinar cercano, detecto a unos 20 metros de mí un pajarillo que picotea y revuelve el suelo. El corazón me da un vuelco, porque me doy cuenta de que es un colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus), un pajarito que puede verse por aquí durante la migración sobre todo, y que hacía muchísimos años que no veía. 

Colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus)

Iphiclides feisthamelii