La lata de refresco es un ser común en el bosque, especialmente en el Cerro de San Cristóbal, en Chinchilla de Montearagón. Se trata de un ser metálico fuera de su hogar que es abandonado por las incautas manos humanas cuando deja de cumplir su función: refrescar y aportar una cantidad mediana de líquido burbujeante.
Una lata fuera del frigorífico o la papelera es un ser vergonzoso, que queda a merced del azote de los vientos salvajes. En ocasiones, algunas de estas latas son recogidas por personas preocupadas por el medio ambiente y son llevadas a puntos de reciclaje o almacenaje. Generalmente, el destino de las latas de refresco es otro. Las latas de refresco, como se ha dicho, son seres metálicos. Tras ser abandonadas, normalmente, se vuelven salvajes e incluso se aproximan peligrosamente a otros seres, pero seres vivos, como el tomillo de una acequia al que se acercó esa lata de Coca-Cola de la foto, creando de este modo un claro impacto visual. El destino final de una lata de refresco olvidada en el monte es la oxidación y... ya no sé qué llega a ser de ellas. La lata de refresco es uno más de los innumerables desperdicios del humano maleducado y simple. Existen lugares naturales en los que la lata de refresco se codea con cajas de cigarrillos, zapatillas, bolsas de plástico de incontables contenidos, cajas de cartón, papeles, condones, y la gran amiga de la lata: la botella de cerveza, que, como se sabe, causa estragos al atravesarla la luz solar. Lo malo es que ni tan siquiera un monstruoso incendio forestal, que lame con sus innumerables lenguas ardientes centenares (por no decir millones) de árboles, segándoles la vida y amenazando vidas -incluso humanas-, ni siquiera eso convence al humano incauto para que no lance MIERDA al bosque.
Una lata fuera del frigorífico o la papelera es un ser vergonzoso, que queda a merced del azote de los vientos salvajes. En ocasiones, algunas de estas latas son recogidas por personas preocupadas por el medio ambiente y son llevadas a puntos de reciclaje o almacenaje. Generalmente, el destino de las latas de refresco es otro. Las latas de refresco, como se ha dicho, son seres metálicos. Tras ser abandonadas, normalmente, se vuelven salvajes e incluso se aproximan peligrosamente a otros seres, pero seres vivos, como el tomillo de una acequia al que se acercó esa lata de Coca-Cola de la foto, creando de este modo un claro impacto visual. El destino final de una lata de refresco olvidada en el monte es la oxidación y... ya no sé qué llega a ser de ellas. La lata de refresco es uno más de los innumerables desperdicios del humano maleducado y simple. Existen lugares naturales en los que la lata de refresco se codea con cajas de cigarrillos, zapatillas, bolsas de plástico de incontables contenidos, cajas de cartón, papeles, condones, y la gran amiga de la lata: la botella de cerveza, que, como se sabe, causa estragos al atravesarla la luz solar. Lo malo es que ni tan siquiera un monstruoso incendio forestal, que lame con sus innumerables lenguas ardientes centenares (por no decir millones) de árboles, segándoles la vida y amenazando vidas -incluso humanas-, ni siquiera eso convence al humano incauto para que no lance MIERDA al bosque.