Industrias y andanzas de Alfanhuí, Rafael Sánchez Ferlosio
No pude evitar pensar, al ver un pequeño grupo de alcaravanes revoloteando el otro día en unas tierras de cultivo cercanas a La Felipa, en lo que le dijo el maestro de Alfanhuí al conocerlo. Era una de esas tardes de agosto en que el cielo está cubierto por una capa impenetrable para el sol de nubes de todos los tonos posibles de gris. El calor reinaba aquel día y la humedad lo envolvía todo. La característica tierra rojiza de La Mancha absorbía con deseo el agua que, a intervalos, caía de las nubes. Vi un zorro muerto en la carretera, tenía los dientes fuera y los ojos cerrados como con fuerza; es el segundo que veo este año. Cerca de él, y esto me llamó la atención, había un alcaudón común (Lanius senator) al que pude fotografiar sin que se espantase. Los alcaudones, según he observado en dos especies (L. senator & L. meridionalis) en la misma zona, son pájaros confiados que permiten que los humanos se acerquen (aunque siempre con una prudente distancia). No muy lejos de donde estaba el zorrillo muerto, un cernícalo inmaduro y anillado descansaba en un poste de alta tensión. Acaso ambas aves estuvieron alimentándose del cadáver antes que yo llegara, quién sabe. Los cernícalos vulgares son rapaces generalmente comunes en esta zona de Albacete; a veces se les observa cirniéndose y mirando hacia el suelo en medio de los campos recién segados, quietos en el aire, con espasmos en las alas; nosotros no podemos verlo, pero quizá haya un ratón o un topillo que ha movido una pata en la inmensidad del campo, y el cernícalo lo ha visto...
Más adelante, a las afueras de la pedanía chinchillana, un aleteo llamóme la atención. Estaban lejos, cerca de unos húmedos almendros. Al principio pensé que se trataba de un grupo de sisones (Tetrax tetrax), porque vi que parte de las alas eran blancas como la nieve, pero no. Los sisones, pequeñas avutardas comunes aquí, tienen las alas blancas completamente, con manchas negras muy dispersas. Éstas aves, aparte de ser más delgaduchas, tenían la parte superior de las alas mimética con la tierras en barbecho. De repente, dejaron de volar todas excepto una, y parecieron desaparecer en la tierra. Sin duda el plumaje las camuflaba. Aguzando la vista, divisé al último ejemplar en el aire, que se precipitó al suelo y se quedó de pie, expectante ante mi presencia, que ya la habían notado. Al posarse, también desapareció, pero en un último intento de avistar al animal con el zoom de la cámara, conseguí localizarlo. En la pantalla de la cámara apareció un ave zancuda de plumaje castaño y cabeza fea, con el ojo amarillo como una moneda de oro y un bigote negro. Era un alcaraván (Burhinus oedicnemus). Caminó unos pasos y me hizo gracia su forma de hacerlo, con la cabeza gacha hacia delante. No me lo podía creer, siempre había deseado ver uno, y yo sabía que por aquí hay, porque el hábitat es el apropiado, ¡y por fin..! Sólo pude hacerle dos fotos que, aunque de pésima calidad, me hacen recordar el momento; pero preferí hacer un dibujo. Estaba ilusionadísimo y la alegría me dura hasta hoy.