Antes de la llegada del frío y las lluvias otoñales, tan esperadas siempre, mis padres se ocuparon de traer leña seca. No sería la primera vez que meto leña en la chimenea y empieza aquello hervir y a humear como un goshver. Mientras colocaba en orden la leña cortada hace poco, me he puesto a pensar en cómo ha afectado la lluvia a los campos, y en especial al pinar de mi pueblo, que prácticamente moría de sed. En quienes más me ha dado por pensar ha sido en los anfibios y en las plantas. Las plantas, bueno, pueden resistir, pues muchas semillas están adaptadas a la sequedad del verano mediterráneo; pero los anfibios... me preocupaban un poco, la verdad.
Sapo corredor cerca de Chinchilla (Epidalea calamita) |
Pero nada, menuda alegría. Las lluvias, como cuenta Anzaga en su blog, son aprovechadas por los anfibios para dispersarse, para ir en busca de nuevas masas de agua que verán en poco tiempo nuevas generaciones de anuros y urodelos.
Pero es que hoy, en el paseo que me he dado por la Sierra de Chinchilla y en la vuelta a mi casa, por la carretera, he contado 8 sapos, algo que no me había pasado nunca. Incluso los sapillos moteados (Pelodytes punctatus), que habrán llegado desde no se sabe dónde a una charca artificial, ya estaban uniéndose en amplexo; qué gusto, qué placer, volver a ver el campo bullir de vida después de la sequía.
Acoplamiento lumbar de sapillos moteados (Pelodytes punctatus) bajo el agua |
El sapillo moteado se reproduce en aguas tranquilas como charcas, balsas, e incluso (algo que me llama mucho la atención, porque no lo sabía) en cuevas, donde parece encontrarse bastante a gusto. Excepto en la época de celo, al igual que muchos otros "sapos", es marcadamente terrestre. Durante el día se oculta en agujeros, grietas y bajo piedras.
La única charca que he visitado ya estaba siendo poblada por estos pelodítidos, y los sapos parteros y corredores ya estaban llegando... Esto empieza a animarse. ¡Si es que cuatro días de lluvia dan pa' mucho!
Qué alegría. Los sapos corredores que vienen en camino, de momento, se escondían bajo rocas y troncos, esperando la llegada de la humedad (y eso que incluso de día ya empieza a haber bastante) nocturna para desplazarse.
Sapo corredor guareciéndose durante el día. |
Todavía hay mucha gente que se extraña de que haya anfibios que se alejan del agua y que solo la buscan para reproducirse. Pero lo cierto es que una buena lluvia a tiempo, al contrario de lo que ocurrió el año pasado, es muy beneficiosa para los anfibios. Las charcas se vuelven a llenar, las semillas del verano comienzan a brotan y ofrecerán alimento a pequeños insectos herbívoros que podrán resistir el invierno mesetario.
Los anfibios se enfrentan, durante esta época lluviosa, a peligros que escapan a la imaginación de su mente arcaica, y a ellos me he referido en varias entradas ya: las carreteras. Muchas carreteras atraviesan vías de desplazamiento de anfibios y, por suerte, esta noche mi madre ha sido lo suficiente precavida para ir esquivando a los pobres sapos corredores, que, como señores vestidos con una fría tela estampada con los colores del suelo del bosque, permanecían quietos, muy cargados de razón, sentados en el asfalto húmedo. Pero claro, no todos son como mi madre. He visto varias imágenes desagradables a la luz de los faros del coche. Sapos espachurrados por doquier lloraban sus jugos al cielo del moribundo septiembre. ¿Cuántas vidas anfibias se habrán de cobrar las carreteras durante las noches con más desplazamientos de sapos? Hay mucha gente a la que le importa un comino la mísera vida (y eso de mísera, lo dudo) de un sapo o de un gallipato y prefieren ir más rápido con el coche y no esquivar estos animales, que, por otro lado, cuesta bastante verlos en el suelo durante la noche, ya que si están quietos, desde lejos parecen piedras. Pero a mí sí me importan sus vidas y disfruto mucho (pero sé que más gente también lo hace) observando a estos animales de costumbres tan interesantes. Tal vez la planificación de las redes de carreteras debiera tener algún arreglo para evitar tantas muertes, no sólo de anfibios sino también de aves, reptiles y mamíferos; ya sé que hay muchas que las tienen, pero todavía hay muertes indeseadas (un momento, ¿acaso alguna muerte lo es?).