Las duras condiciones ambientales (de suelo y clima) que en ocasiones encontramos en muchos hábitats de nuestro entorno mediterráneo llevan al límite vital a las plantas que crecen en ellos. Así, a lo largo de millones de años de evolución, las especies han ido adaptándose y cambiando su morfología para conseguir resistir suelos salinos, compactados, arenosos, expuestos al sol, con una presencia casi testimonial de agua o con enormes diferencias de temperatura entre el día y la noche. ¿Y cómo lo han hecho? Pues encogiendo sus hojas, haciéndolas pequeñas o lineares, lo que disminuye la superficie de evapotranspiración, o llenándose de pelillos (indumento) blanquecinos que retienen la humedad o reflejan la luz solar, evitando así la deshidratación; algunas plantas también crean estructuras de resistencia (rizomas, bulbos…) o desarrollan grandes sistemas radiculares en busca de agua. Incluso, algunas plantas son caducifolias, pero no en otoño, sino en pleno verano: dejando caer sus hojas, entran en un estado de mínima actividad y consiguen evitar la pérdida de agua, renaciendo con la llegada de las lluvias otoñales y primaverales.
En el Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, es fácil oír la frase que encabeza este texto, especialmente cuando les contamos a nuestros estimados visitantes la importancia ecológica de muchas de las plantas que crecen aquí y que, por vicisitudes de la evolución de las especies, han sacrificado las grandes y llamativas flores, y las hojas verdes y amplias, por exigencias del hábitat. Que no son llamativas, sino valiosas. Porque donde ellas crecen, pocas plantas podrían vivir. Y esto conlleva el organizarse en ecosistemas muy raros y únicos en el contexto europeo, que a su vez atraen a otras especies animales de gran importancia y rareza.
Una de estas plantas, verdadera joya viviente, pero poco vistosa, es Anarrhinum fruticosum. Esta pequeña mata, que no tiene nombre vulgar, solamente crece de forma natural en la sierra de Crevillente (Alicante) en toda Europa. Más allá, crece solamente en áreas muy secas de Marruecos y Argelia. Vive en suelos calcáreos y su población natural es tan pequeña que presenta un altísimo riesgo de extinción, siendo muy sensible a la destrucción de su hábitat. Y aunque es poco llamativa, es un tesoro del sureste ibérico que tenemos la suerte de poder encontrar floreciendo estos días de verano en el Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, en la colección de endemismos iberonorteafricanos. Como sociedad, debemos conocer y proteger estos tesoros naturales que crecen tan cerquita de nosotros, para que no debamos nunca lamentar su desaparición, aunque por su aspecto no sean vistosos, pero sí muy valiosos.
Anarrhinum fruticosum floreciendo en el Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, Albacete, en el mes de junio de 2024. |
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