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jueves, 17 de julio de 2014

Voluntariado en Yeste IV: Yeste, Calar de la Sima, Estrecho del Diablo y una nueva cita de culebra de collar para la provincia

    El domingo nos levantamos y, tras desayunar y despedirnos de algunos voluntarios, nos dirigimos al castillo de Yeste, que pillaba cerquita. Yeste tiene fama de ser uno de los sitios más calurosos de la provincia de Albacete: incluso en el mes de abril de este año se superaron los 30 C. A las 11 de la mañana ya pegaba fuerte el sol en la zona del castillo y callejeando encontramos rinconcillos bastante interesantes, típicos de los pueblos de la sierra, con higueras olorosas en rincones húmedos, calles con sus geranios en las ventanas y todo eso.


El calor se volvió sofocante tras un rato de paseo, aunque decidimos continuar hacia el castillo. Por el camino, un ruido de alas invertebradas captó nuestra atención, y vimos, intentando posarse en una fachada, una libélula de la especie Boyeria irene (que Rafa ha identificado con su nuevo libro de Odonatos, habrá que creerle), anda que ya les vale con el nombre. Dentro de poco, tendremos otros animales con el nombre de "Panadería Cristina".
Boyeria irene
    Desde Yeste fuimos directamente al Calar de la Sima (1897 msnm). Allí nos recibió un pequeño rodal de tierra húmeda donde crecían juncos y otras plantas amantes de la humedad, y helechos comunes (Pteridium aquilinum). El sol y la alegría del verano alteraban las hormonas de los insectos, incluyendo a los ropalóceros, que se contaban por decenas. Este es el sitio donde más especies de lepidópteros he visto juntas. Pudimos captar varias especies con nuestras cámaras incluyendo una Zygaena:
Limonera (Gonepteryx rhamni)
Adipe (Argynnis adippe)
A la izq., una adipe, a la derecha, una pandora (Argynnis pandora).
El nimfálido endémico Melanargia lachesis o medioluto ibérica.
    De subida al Calar, el sol pegaba fuerte y las temperaturas subían bastante. Cuando el ambiente pasó de ser caluroso a directamente un horno, yo me quedé un poco atrás. En algunas zonas aclaradas, prácticamente solo crecían mejoranas de monte (Thymus mastichina), y aproveché para recolectar un poco, ya que se puede utilizar tanto culinariamente como por su utilidad medicinal, para aliñar algunos platos y para calmar digestiones pesadas, catarros, falta de sueño...
    El paisaje desde esta zona ya comenzaba a impresionar, aunque he de decir que las altas temperaturas no ayudaban mucho a apreciarlo al máximo. Conforme caminaba, recolecté algunas semillas de enebro y pino para nuestras restauraciones con ARBA Albacete.
Bosque mixto de Pinus nigra subsp. salzmannii y Pinus pinaster. Bienvenidos al Jurásico. 
Que nooo, que es Albaceeeeete, ¡¡¡yieeeeeja!!!
Estróbilos gigantes de Pinus pinaster.
    Intentamos seguir caminando, pero ya era demasiado, y solo vimos parte de la zona, aunque yo había estado antes con Rafa. El único animal que vi fue un carbonero común (Parus major) e incluso Rafa vio un petirrojo (Erithacus rubecula), cosa rara en esta época y por esta zona. Las formas de las rocas y los extensos bosques de coníferas dan un carácter antiguo a este territorio, uno de mis favoritos de nuestra variada provincia.
La Peña de la Cabeza. A mí me recuerda mucho a una esfinge egipcia, ¿y a vosotros? 
Espino albar (Crataegus laciniata). 
El paisaje montañoso que se observa desde el Calar de la Sima es imponente.
Una planta de grietas de montaña, el torvisco moruno (Daphne oleoides).
Otra especie montana en estas sierras del Sur peninsula: el torvisco macho (Daphne laureola).
Catananche caerulea
    Desde la sombra de unos arbolillos, aprovechamos para observar diferentes plantas montanas, como el cojín de monja (Erinacea anthyllis), que, a pesar de su aspecto estival, seguía imponiendo con sus espinas afiladas.
Erinacea anthyllis
Helleborus foetidus
    Hartos de calor, nos dimos la vuelta y nos volvimos a internar en otra zona de la Sierra, esta vez a menor altitud: el Estrecho del Diablo. Seguimos unas acequias y llevándonos más de un raspón con las zarzas, conseguimos bajar al profundo valle. Por el camino observamos algunas especies interesantes, como algunas plantas típicas de roquedos y cárcavas.
El abejorro Bombus pascuorum libando una flor de zarza.
Chiliadenus saxatilis, el conocido té de roca.
La hierba de San Juan, Hypericum perforatum.
Cornicabra (Pistacia terebinthus). Similar al lentisco, se diferencia de él principalmente por la estructura de sus hojas, imparipinnadas (es decir, con un foliolo terminal) y por ser caduco.
Campanula velutina
Culantrillo de pozo, Adiantum capillus-veneris. Un helecho común en fuentes, pozos
y paredes rezumantes de toda la provincia.
Potentilla caulescens. A pesar de que algunos autores (Alcaraz et al. 1993) la diferencian como P. petrophyla, en general ambos nombres se consideran sinónimos.
    En la orilla del río crecían unas plantas llamativas de curiosos frutos, la emborrachacabras (Coriaria myrtifolia). Esta planta es muy tóxica, sus frutos no deben comerse aunque parezcan apetecibles. Crece en barrancos, orlas de bosques, orillas de zonas húmedas, cunetas...
Frutos característicos de Coriaria myrtifolia.
    También aquí había insectos. Nos llamó la atención el vuelo de una enorme polilla, que de lejos nos recordó a alguna esfinge, pero al acercarnos resultó ser una catocala. Cuando no mostraba las alas inferiores, coloreadas de rojo fuerte y negro, prácticamente no se distinguía de la rugosidad de la pared donde se posó.
Catocala nupcial (Catocala nupta).
Bupréstido (Calcophora cf mariana). Otro insecto serrano.
El susto que nos dió al colarse volando
en el coche fue descomunal. Menudo helicóptero.
    Tras una buena comida serrana que nos recargó las pilas, volvimos ya hacia el centro de la provincia. Por el camino, paramos en una charca junto a la carretera, cerca ya de Elche de la Sierra, donde estuve hace dos años con unos amigos. La otra vez encontramos muchísimos escorpiones de agua (Nepa cinerea) y ahora quería ver si seguía habiendo tantos y enseñárselos a mis amigos. La charca, que parece ser permanente, se encuentra en un arenal del que se debió extraer arenas hace años. 
A unos pocos kilómetros de Elche de la Sierra se encuentra esta charca de interés.
    Alrededor crecen algunos pinos carrascos de tamaño considerable y retamas, así como cardos y juncos churreros. En medio de la charca hay espadañas. Subiendo y bajando pequeños montículos y zanjas de árida tierra, llegamos a la orilla donde nos recibió una criatura sorprendente. Se trataba de una culebra acuática de collar (Natrix natrix astreptophora) joven. Medía entre 50 y 60 cm y para nada actuó como yo pensaba al vernos. Yo pensaba que se haría la muerta, en cambio, al verse delante de cuatro seres humanos, se enroscó e incluso hinchó la cabeza, haciéndola triangular como si fuera una víbora. No nos preocupamos porque sabemos que en realidad no son venenosas ni agresivas y que su única defensa son los líquidos fétidos que puede descargar desde las glándulas anales. Esta es la primera vez que veo esta especie en la Península Ibérica y es cada vez más difícil de ver en Albacete, al contrario que su prima la culebra viperina (Natrix maura). La cita, por supuesto, ya la mandamos al SIARE.
Natrix natrix astreptophora, individuo joven.
Natrix natrix astreptophora
    Tras un pequeño reportaje al pequeño ofidio, seguimos explorando la charca. No había ningún escorpión de agua, pero sí libélulas de varias especies, la única que se dejó fotografiar fue la que veis abajo, identificada también por Rafa. También había libélulas emperador (Anax imperator) en actitud de cortejo.
Sympetrum fonscolombii
    Pero todavía nos esperaba una última sorpresa en este arenal. Me acerqué a una retama donde vi un jabalí muerto la otra vez que estuve, y solo quedaban dos huesos, así que me di la vuelta para volver al coche. Miré distraído hacia un cardo y descubrí una mantis camuflada entre las espinas: era otra empusa (Empusa pennata). 
Empusa pennata, ejemplar hembra.
La misma Empusa pennata sobre un Onopordum, mirando a cámara.
    Tras el reportaje empúsico, ya solo quedaba un sitio por visitar: el embalse de El Talave, en las cercanías de Liétor. Nos acercamos a ver la gran colonia de avión común (Delichon urbicum), que es impresionante. 
    Con la imagen del vuelo de los aviones comunes sobre las aguas azules del río Mundo y de las enormes carpas verdosas difuminadas bajo la superficie, nos despedimos hasta otra vez, cargados de recuerdos y fotografías. 
Río Mundo a su paso por el Embalse de El Talave.

martes, 15 de julio de 2014

Voluntariado en Yeste III: segunda noche de safari fotográfico

    Tras recuperar la zona de agua, una ducha y una buena cena, volvimos a salir de La Alberquilla en busca de más animales (de más arañas, más bien). Esta vez, sí nos internamos en el monte, pasando primero por el murete de rocas, siempre andando por el camino, pero casi a oscuras.
Agelena labyrinthica construye su tela en forma de embudo a ras de suelo o en la parte baja de muretes de roca.
Otra Agelena de librea más clara. Se aprecia la entrada del embudo de telaraña.
    Sin duda, el monte de noche pertenece a los arácnidos. Las arañas lobo seguían campeando, los machos de Hogna radiata estaban de nuevo por doquier, desde las grieta del murete hasta en medio del camino.
Hogna radiata
    Otro arácnido que vimos, y que no era una araña, era el llamado solífugo o escorpión de viento (Gluvia dorsalis). Siempre los veo correr a toda velocidad, pero aquí, de noche, el que vimos se movía despacio pero sin pausa. Sin embargo, se dejó hacer fotos durante unos minutos. 
Gluvia dorsalis
    Los solífugos son animales interesantes de observar. No son venenosos ni agresivos, pero con sus poderosos quelíceros pueden morder y agarrar pequeños insectos y arácnidos. Los pedipalpos son largos y tienen el aspecto de patas ya que parecen nacer de la parte inferior de la zona cefálica. Su función es prensil y adherente, aunque también las usan para ir tentando el terreno a modo de antenas. En la punta de éstos tienen unas pequeñas ventosas que son capaces de anclarse incluso a cristales.
Gluvia dorsalis
    Durante el día permancen escondidos bajo rocas y en lugares oscuros, o en pequeños nidos tubulares que abandonan por la noche para ir en busca de alimento.
    La luna llena, una de las más grandes del año, iluminaba las sierras y las colinas, y les otorgaba sombras siniestras. Los pinos, muchos de ellos colonizadores de otras zonas, se erguían siniestros en la oscuridad. La brisa traía su olor y nos gustaba.
Pino carrasco (Pinus halepensis)
    Al empezar a internarnos más de la cuenta en el monte, nos dimos cuenta de que ya era tarde, y volvimos de nuevo al muro de rocas. La araña patilarga (Pholcus cf phalangioides) también encontraba su sitio en un resquicio de la zona. Estas arañas tienen un mecanismo de defensa muy particular. Cuando algo grande roza sus telas, las hacen temblar, con lo cual, tan finitas ellas, desaparecen difuminadas por el movimiento de sus delgados cuerpos. Esto lo descubrí con una temprana edad en mi propia casa, en el garaje, donde solía haber grandes cantidades de esta araña.
Holocnemus pluchei
    Ya de vuelta a la habitación, nos detuvimos en el farol donde habíamos visto la Eusparassus, y allí estaban otra vez. Me sorprende que una de las arañas más grandes e interesantes de Europa sea prácticamente desconocida más allá de los círculos naturalistas entendidos. Es un animal elegante e imponente que debería tener nombre en castellano. Con la visión de esta criatura, nos fuimos a dormir. Terminada ya la restauración de la fuente, el abrevadero y el estanque, no quedaba nada que hacer, así que aprovecharíamos para explorar la Sierra al día siguiente, la joya de la provincia de Albacete.
Eusparassus cf dufouri

Voluntariado en Yeste II: arreglando un cuerpo de agua para salamandras

Cartel utilizado para señalizar nuestra actuación.
    El segundo día, el sábado día 12 de julio, acudimos al lugar del voluntariado. La actividad se centró en la adaptación de un cuerpo de agua para la salamandra (Salamandra salamandra). Reformamos un abrevadero en una ladera que recibía agua de una fuente unos metros más arriba, la Fuente Molejón en Yeste, cerca de Boche y del río Tus. El abrevadero estaba cubierto por una mezcla de fibra de vidrio y pintura, así que cortamos el agua, arrancamos ese toda esa capa, hasta dejarlo esquelético, y lo recubrimos con cemento. Pusimos rocas y piedras dentro para ofrecer cobijo a las futuras larvas de anfibio. Asimismo, otro grupo de voluntarios construía un estanque. Finalmente, tras dejar secar el cemento, reconectamos el abrevadero con la charca, taponamos el abrevadero y dejamos que se llenase todo de agua durante toda la noche.
Entorno del abrevadero y el estanque. El bosque de alrededor está formado principalmente por pinos carrascos, algún resinero (a la izquierda de la foto se ve uno, cónico y más oscuro que los demás),
sabinas, romeros, jaras, encinas, zarzas...
Los voluntariados que se encargaron de cavar el estanque y montarlo
hicieron un trabajo brillante. ¡Aquí disfrutarán muchos anifbios!
    La actuación iba dirigida a la recuperación de la población local de salamandra, pero cualquier anfibio, como es natural, será bienvenido. En la tierra ligeramente empantanada de alrededor se plantaron almeces y fresnos.
Lobito jaspeado (Pyronia cecilia) sobre Mantisalca salmantica, en los alrededores del abrevadero.
Torvisco (Daphne gnidium)
    Bromeamos con encontrarnos la zona destrozada por jabalíes y cabras montesas a la mañana siguiente, aunque en el fondo nos preocupaba, pero el día siguiente volvimos y todo estaba perfecto. Un día tardamos en adaptar la zona. Ahora solo falta esperar que la vegetación crezca y dé sombra.
Un gran equipo.
    La salamandra no es un urodelo escaso en la Sierra de Segura. Donde encuentra cuerpos de agua aptos, generalmente prospera, pero el gran problema de los anfibios en la Iberia mediterránea, como siempre, es la pérdida de hábitat, y todo lo que se haga para reforzar poblaciones nunca es suficiente. Por eso es importante pequeños gestos como este y concienciación.
Detalle de las sierras béticas de Albacete. Los cuadros en rojo representan citas de salamandra común.
Fuente: S.I.A.R.E
Salamandra común (Salamandra salamandra). Foto de Rafa Torralba.

Voluntariado en Yeste I: un safari nocturno en el jardín

    Finalmente, fui al voluntariado para la reforma y construcción de un cuerpo de agua en la Sierra de Segura albaceteña que formaba parte del Proyecto Amphibia. Nos alejamos en el complejo rural de La Alberquilla, a unos minutos de Yeste, en una zona de colinas de monte bajo de romeros y sabinas y pinares de pino carrasco.
    La primera noche aprovechamos para explorar el entorno de la casa rural y, armados de frontales y linternas y acompañados por niños y padres que también participaban en el voluntariado, buscamos animales nocturnos que surgían de grietas y rincones atraídos por la luz de las farolas. 
    No podíamos imaginar la cantidad de atrópodos que esperaban para posar para nuestras cámaras... Fuera bromas, el primer animal que apareció fue una hembra adulta de empusa (Empusa pennata).. Para mí fue una grata sorpresa, ya que es el primer ejemplar adulto que he podido observar, siempre había encontrado instares sin alas. Como se ve en la fotografía inferior, sabemos que es una hembra por la estructura de las antenas, filiforme, y no plumosa como las de las machos.
Hembra de Empusa pennata.
    Si observáis bien, la empusa está posada sobre una estructura cerámica. Era un trozo de tinaja encajado en el muro sobre el cual estaba situado el farol que atrajo a la empusa. En la boca de la tinaja, que estaba rellena de tierra, encontramos también un terídido muy similar a la Latrodectes o viuda negra, pero no nos dio tiempo a verlo mejor porque justo después de descubrirlo, desapareció en su guarida; alrededor de su tela, cadáveres de decenas de insectos pequeños se acumulaban macabramente.
    Seguimos caminando, alejándonos de las luces hacia un murete de rocas con abundantes resquicios y grietas ideales para más animales pequeños. Otro insecto que encontramos aquí fue un escarabajo de las tinieblas del género Akis, con su típica forma de desplazarse, 'como si estuviera perdido', en busca de algo podrido o muerto que echarse a la boca.
Akis sansi
    Con las luces de los frontales vislumbramos los ojillos de una tarántula de la especie Hogna radiata, que sería de las primeras, pues abundaban muchísimo. También veríamos otras arañas lobo en otras zonas más alejadas del complejo de jardines y casas, pero voy por orden. La abundancia y tamaño de las arañas causó sensación entre los peques.
Hogna radiata
    Otro arácnido que nos detuvimos a contemplar fue el opilión, una criatura de cuerpo minúsculo y de patas infinitas. No pican, pero su aspecto, que recuerda a las arañas patilargas (Pholcus) le acarrea mala reputación. No he podido identificar la especie a la que pertenecen los dos individuos que vimos, aunque me parece poco científico ponerla así, como si nada, pero si sabéis cuál es, os agradecería mucho que me dijerais qué os parece.
Haz click en la imagen para ver mejor la fotografía.
    Del muro pasamos a un área cespitosa con farolas altas y jardincillos. Allí fotografiamos una hermosa hembra de gran grillo verde (Tettigonia viridissima), un grillo de matorral omnívoro.
Un bonito ejemplar de (Tettigonia viridissima) hembra sobre el brazo de Irene. Se observa al final del abdomen el largo oviscapto u ovopositor, una estructura pinchuda que la hembra utiliza para 
perforar el suelo y realizar la puesta.
    Las farolas son un foco de atracción para decenas de insectos que viven en el monte. Incluso en la zona más concurrida por humanos, los insectos no faltaban menos que a las afueras de La Alberquilla. Las pequeñas polillas de la familia Geometridae y algunas polillas penacho (Pterophoridae) se agrupaban revoloteando en nubecillas alrededor de las bombillas.
Chlorissa cloraria
Emmelina monodactyla
Myelois circumvoluta. Imagen de Irene Álvarez.
    En medio de una de las zonas de jardín había un pequeño estanque de turbias aguas azuladas, allí los niños encontraron una Hogna radiata macho flotando, y al apuntarle con el foco de luz, movió las patas temblorosamente, como flotando en el espacio. Con un palo que había encontrado la pequeña Adriana, conseguimos salvarla llevándola a la orilla y colocándola sobre la hierba. 
El macho de Hogna radiata que rescatamos con el palo de Adriana.
    Cuando los niños y sus padres se fueron a dormir y solo quedamos unos cuantos y yo, volvimos en busca de la viuda negra, que todavía no había vuelto a salir, y seguimos caminando por la carretera, internándonos en la oscuridad, en dirección contraria al murete de rocas. Desde la base de los matorrales y en zonas arenosas, pequeños ojos luminosos nos devolvían la mirada. Eran más licósidos, y esta vez la cosa se ponía seria. Empezamos a ver las primeras tarántulas ibéricas (Lycosa hispanica), de cara expresiva e instinto cazador.
Me encanta este bicho. Hembra de Lycosa hispanica.
Otra Lycosa hispanica.
    Vimos decenas de ejemplares, por doquiera que mirásemos, entre los arbustos siempre había un par de ojillos brillantes que se iluminaban con la luz de nuestros frontales. Reconozco que a mí me encanta verlas, son uno de mis artrópodos favoritos y esa mirada de invertebrado inteligente me fascina. A Rafa también le gustaron, así que nos metimos en un arenal al lado de la carretera, donde las hierbas agostadas albergaban más individuos. Descubrimos también una mariposa niña celeste (Lysandra bellargus) durmiendo sobre un cardo seco, y con ella practicamos la macrofotografía a oscuras totalmente, sólo con el flash de la cámara. La pobre se portó bien y pronto la dejamos en paz.
Lysandra bellargus "durmiendo".
    De vuelta ya a las habitaciones, volvimos a pasar por donde habíamos visto la Empusa pennata del principio de la entrada, pero ya no estaba, al igual que la viuda negra, que se debió asustar mucho porque ya no quiso salir. Volvimos a encontrarnos con más ejemplares de Hogna radiata, algunos con una pata de menos. Finalmente, en el último farol que revisamos, justo delante de nuestras habitaciones, encontramos las arañas más grandes que hemos visto nunca. Eran criaturas sí nos inspiraron algo dentro, no digo temor porque somos naturalistas con bastante campo andado, pero sí algo de repelús. Había dos enormes seres grises de ocho patas largas sobre este último farol, aprovechando que la luz atraía pequeños insectos, y los cazaban. Ninguno las conocíamos, de hecho, cuando Rafa me ha dicho hoy el género al que pertenecen, no me sonaba de nada: Eusparassus. Uno de los ejemplares había capturado un adulto de hormiga león. Medirían unos 7 cm.
Eusparassus cf dufouri
Eusparassus cf dufouri
    Con esta última visión arácnida y el canto lejano de un autillo nos fuimos a acostar (y aún en la habitación nos encontramos más arañas, en concreto, dos terídidos pequeños), y nos despedimos con un "ya veréis cómo soñáis todos con arañas". Y así fue.