domingo, 7 de diciembre de 2014

sábado, 6 de diciembre de 2014

Una visita inesperada

    Hace ya cuatro años, una tarde, andaba yo distraído por mi habitación, consultando libros sobre no sé qué suerte de diplópodo (milpiés) que había observado horas antes en el monte. No conseguía dar con la especie y en todos mis libros aparecían siempre júlidos similares, pero no la especie que yo había visto. Días después descubriría que se trataba de Ommatoiulus rutilans, un milpiés muy común en zonas de matorral mediterráneo y que no aparece en muchas guías.
    Era ya tarde, llovía fuera. Me recosté en el sillón con los ojos cerrados. Podía oir el repiqueteo del agua que bajaba lamiendo las tejas y el estruendo que producía al caer al patio, organizando un concierto cuyo sonido siempre me ha tranquilizado mucho. Tras permanecer un rato así, abrí ligeramente los ojos, enfocando directamente a las oscuras vigas de madera, y a los blancos revoltones, que hacen que el techo parezca una gran tarta de nata. Me di cuenta de que, en uno de esos huecos redondeados del techo, había una pequeña criatura que proyectaba una ligera sombra sobre la pintura blanca. Me levanté, para ver de qué se trataba. Cuál sería mi asombro al descubrir que se trataba de una araña que yo conocía muy bien pero que nunca había visto, era sin duda una araña escupidora (Scytodes velutina delicatula).
El ejemplar de Scytodes velutina, pocos segundos después de encontrarlo.
    ¡Qué alegría! Esos revoltones del techo son el lugar ideal para que varias especies de arañas establezcan sus zonas de caza, ya sean redes o simplemente como lugar de acecho. ¡Qué digo! No solo los revoltones, sino toda la casa. Desde que me interesan estos temas y tengo capacidad de identificar especies, he contado bastantes géneros, solo en mi casa, entre ellos: Pholcus, Holocnemus, Steatoda, Araniella, Araneus, Philaeus, Heliophanus, Salticus, Menemerus, Tegenaria, Misumena, Thomisus... y con esta, también Scytodes.
¡BU!
    Al verla, rápidamente la capturé con cuidado, colocándola sobre mis manos con cariño, y la puse sobre un folio en la mesa, con luz. El adorno de su prosoma, que era más grande que el opistosoma, me sorprendió, parecía una máscara de luchador mexicano. Sus patas, delgadas, translúcidas, con dos anchas bandas oscuras en las tibias, la delatan para diferenciarla de su prima hermana S. thoracica, que cuenta con cuatro bandas en cada tibia.
     Cuando se vio en peligro, la arañita se encogió en una pequeña bola, haciéndose la muerta, como se observa en la imagen inferior.
Cuando se ve en peligro, las arañas escupidoras se hacen las muertas.
    La vida y costumbres de estas arañas es entretenida. El nombre en castellano, araña escupidora, hace referencia a su manera de cazar. Estas arañas no construyen ninguna tela. Simplemente, se dedican a pasearse por la noche por rincones olvidados, techos, paredes..., a ver qué se encuentran. Son incapaces de corretear, se mueven lentamente, con el primer par de patas palpando el terreno. Muchas veces, lo primero que se encuentran son pequeñas hormigas, otras arañas, cochinillas, pececillos de plata... Una vez que se encuentra a una distancia decente de la presa, la araña dispara un chorro de seda pegajosa en zig-zag con los quelíceros, como una red, que adhiere la presa al suelo y la deja bien sujeta. Así, la araña puede devorar la presa lentamente sin necesidad de saltar o corretear detrás de ella ni construir una gran tela. Podéis ver este comportamiento en este clip de la serie de televisión "El jardín viviente".
    Según leo en un interesantísimo libro que me regalaron esta semana (The world of spiders, de W. S. Bristowe), el cortejo es casi inexistente en este grupo de arácnidos. Simplemente, cuando un macho dispuesto a aparearse encuentra a una hembra, se dedican al acto en sí mismo, con algunos tocamientos tímidos previos con las patas. Además, los machos no muestran hostilidad entre ellos. Al contrario. A veces, incluso, uno puede intentar cortejar a otro durante un rato (what? ¿homosexualidad invertebrada?), pero finalmente el cortejado acaba hartándose y le lanza una pequeña cantidad de telaraña para deshacerse de él, aunque sin ánimo de enzarzarse en lucha. El apareamiento tiene lugar durante todo el año, si bien las puestas suelen realizarse en verano.
Hembra de Scytodes con un saco de huevos sujeto a las espineretas y sujeto por los palpos.
Extraído de The World of Spiders, de W. S. Bristowe (1958).
    Una vez emergen las jóvenes arañitas, tras unas dos semanas, la madre deshace los hilos que envuelven y mantienen unidos los huevos, y permanecen junto a la madre durante unos diez días más.
    Las arañas escupidoras se desarrollan lentamente, pueden llegar a vivir unos cinco años y mudan hasta seis veces antes de alcanzar la madurez. Cuando la Scytodes siente que sus días en este mundo se acaban, se vuelve menos activa, su cuerpo oscurece y su abdomen encoge. Puede también escupir telaraña, pero como mera defensa, ya que dejan de comer hasta morir. Dicho así suena muy triste, pero así es la naturaleza. Su forma de morir me recuerda bastante a las de las mantis, el quedarse quietas, como desganadas, esperando el final hasta amanecer sin vida...
    Tras un rato de observación y toma de fotografías, dejé a la Scytodes velutina delicatula en un rincón escondido. He seguido viendo varios ejemplares de Scytodes desde entonces en diversos lugares de la casa y siempre me alegro de verlas por ahí, encogidas o paseándose por el techo, con su caracerístico movimiento de patas, en busca de algún pequeño animal que llevarse a la boca.