domingo, 15 de diciembre de 2019

Paseíto corto por Chinchilla

    Esta mañana hemos dado un pequeño paseo por mi 'patch', en la Sierra de Chinchilla. Llegando con el coche, he visto un bisbita que no me ha parecido común, pero como iba conduciendo no me ha dado mucho tiempo a pararme a mirar. En el campo, me di cuenta de que había bastante revuelo de pajarillos. He visto u oído varias especies típicas de bosque o de zonas más abiertas, como mostraré. El bosque se encontraba todavía frío pero ha sido un día espléndido y muy luminoso. Tanto, que hasta hemos visto dos insectos. Las setas aprovechan la humedad del otoño mediterráneo y crecen abundantes entre la pinocha.
Emilio José Salvador me indica que podría tratarse de Hebeloma.
Corro de brujas o de hadas.
    Como hay tantas setas diferentes y yo las conozco tan mal (diría que son el grupo que menos identifico precisamente por eso), mostraré ahora de otros seres que he visto.
El zorzal charlo (Turdus viscivorus) se asoma entre el ramaje de los pinos.
Physcia aipolia
Ramalina farinacea
Cladonia chlorophaea
Hippodamia sp. Esta pequeña la hemos encontrado junto a los líquenes Cladonia.
Pensábamos que estaba muerta pero simplemente se asoleaba.
Caloplaca aurantia es un liquen naranja muy común en las rocas calizas de La Meseta.
     Ya de vuelta, desde el coche hemos avistado algunos pajarillos y hasta una tempranera Colias crocea volando sobre un bancal.
Colias crocea
Tarabilla europea (Saxicola rubicola)
Este verderón acompañaba a la tarabilla en el mismo enebro.
Colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros). En el mismo campo, estaban las aves anteriores más pinzones, jilgueros y pardillos.
     Ha sido un paseíto corto pero ha valido la pena. De vuelta a casa, he vislumbrado en el cielo una pareja de águilas reales (Aquila chrysaetos). Una grandiosa especie para despedirnos del campo.
Aquila chrysaetos
Aquila chrysaetos

viernes, 13 de diciembre de 2019

Tras las claves del románico: Santo Domingo de Silos

9.12.2019

El Cañón del Río Lobos

La Ermita de San Bartolomé, de estilo románico y protogótico (s.XII-XIII), custodiando la entrada a la Cueva Grande.
6.12.2019
    El Parque Natural del Cañón del Río Lobos sorprende al visitante que se adentra en busca del recuerdo de lo antiguo. Los árboles, la roca, los animales, el agua y el arte se fusionan en este lugar único que conecta las provincias de Soria y Burgos. 
    Caminando entre los grandes pinos laricios (Pinus nigra subsp. salzmannii), oímos el reclamo tímido de algún pajarillo, que entona sus notas al helor de la mañana, en el silencio del bosque. El río Lobos transcurre lentamente en este paraje, rodeado de sabinas (Juniperus thurifera), pinos, sauces y álamos, con sus aguas frías donde nadan truchas y flotan nenúfares (Nuphar lutea). Los grandes paredones calcáreos acompañan al caminante y le custodian constantemente, a veces más altos, otras, más bajos, con formas cambiantes y salientes anaranjados por la humedad de la atmósfera y ennegrecidos por los manantiales.
    La pureza del aire en este lugar permite el desarrollo de grandes masas de líquenes sobre los árboles y las rocas. Pude observar varias especies, algunas de ellas, bastante nuevas para mí. Disfruté como un enano, viendo líquenes de todo tipo: de suelo, de roca y epífitos.
Dos líquenes interesantes abundantes en la zona: Hypogymnia physodes y Usnea sp. sobre
corteza de pino laricio (Pinus nigra subsp. salzamnnii).
Anaptychia ciliaris
Evernia prunastri
Ramalina o Usnea, no estoy seguro.
Parmelia sulcata
Ramalina o Usnea con Hypogymnia physodes.
Chopo cubierto de líquenes de varias especies. Destaca por su color blanco Evernia prunastri.
Pseudevernia furfuracea, mostrando la parte inferior negra. Especie común en bosques de pino laricio y albar. De esta especie se extraen sustancias olorosas para la fabricación de perfumes.
Platismatia glauca sobre Pinus nigra.
Ramalina fraxinea entre Anaptychia ciliaris.
Los cuerpos fructíferos del micobionte, con forma de copitas, en el líquen Cladonia pocillum. Estos líquenes crecen en el suelo o la roca directamente, a veces en tocones.
    Entre los líquenes de las grietas, también observamos algún helecho, como la doradilla (Ceterach officinarum), el culantrillo (Asplenium trichomanes) y la ruda de los muros (Asplenium ruta-muraria). 
Ruda de los muros (Asplenium ruta-muraria).
    Continuando nuestro camino junto al río, llegamos finalmente a la Ermita de San Bartolomé, que nos recibe bajo un cielo nublado, a 0 ºC. Hay quien dice que los caballeros templarios tenían que ver con ella.
Ermita de San Bartolomé, rodeada de una explanada verde de hierba, custodiada por el roquedo donde habitan las sabinas, espectadoras del paso del tiempo.
    Entramos a la gran cueva que se esconde tras la ermita, una enorme grieta en la pared de dura roca que nos adentra a un mundo paleolítico, no sin antes ser observados por varios buitres leonados que descansan en las cornisas y los troncos muertos de algunos árboles antiguos. En las paredes de piedra, viven plantas amantes de las grietas, como el ombligo de Venus (Umbilicus rupestris), la uña de gato (Sedum sediforme) y el té de roca (Chiliadenus glutinosus).
¡A cubierto!
La majestuosidad de un buitre de la cárcava.
¿Quién osa entrar en mis dominios?
Desde la cueva...
    Seguimos explorando la zona y disfrutando de las formas de las sabinas y los pinos laricios que cimbrean a nuestro alrededor. Un cuervo (Corvus corax) molesto aparece en el cielo, con su característico croar gutural, y aterriza en una roca alta desde donde observa y se queja contrariado ante la presencia de un grupo de gente gritona en el lugar.
Corvus corax
Gyps fulvus
Gyps fulvus
Las vistas desde una ventana de roca natural. Muchos árboles caducifolios, como sauces y álamos, se agrupan en torno al río Lobos. Alejadas del río, predominan las coníferas.
Me encanta esta foto del buitre en la vieja y antigua tronca, con el fondo de pinos laricios, con sus cortezas plateadas y sus copas aplanadas por el paso de los años.
    Caminar las sendas del Cañón del Río Lobos en busca de fauna y flora es un gran deleite no solo para el naturalista, sino también para cualquier persona que decida caminar los recovecos de los montes de Soria y del mundo. Desde los minúsculos musgos y hepáticas, pasando por los líquenes multicolores, crustáceos y fruticulosos, hasta los grandes pinos, y las rapaces que sobrevuelan el entorno, cada pieza del rompecabezas de la Naturaleza se disfruta enormemente. El frío y la humedad nos hacen sentir el invierno dentro, mientras avistamos a lo lejos grandes grupos de buitres leonados planeando en lo alto.
Jara de hoja de laurel (Cistus laurifolius), típica del clima mediterráneo de media-alta montaña en suelos ácidos o descalcificados. Fácil de observar en muchos sitios del interior peninsular.
     En el corazón del pinar, encontramos líquenes, hongos y otras formas de vida que recobran todo su esplendor en los días lluviosos y húmedos.
El bosque nos llama.
    Antes de irme, tengo que dejar todo registrado en la tarjeta de mi cámara. Nunca se sabe cuándo volveré a un sitio igual o a este mismo. Me detengo ante troncos cubiertos de marañas blanquecinas de líquenes, me agacho junto a grandes troncos, me curvo hacia arriba oteando a los buitres, agudizo el oído creyendo haber detectado un herrerillo...
Todo queda guardado en la tarjeta de memoria.
Los nenúfares (Nuphar lutea) crecen bien en esta zona, en los remansos del río Lobos.
Bolsón de Thaumetopoea pityocampa, la procesionaria del pino.
El camino sigue y hay que recorrerlo.
    Y dándome cuenta de cómo se colocan los diferentes pisos de vegetación en el Cañón, desde la parte riparia con bosques caducifolios, hasta los sabinares de la parte más alta, pasando por los pinares con quejigos y encinas, nos despedimos de la zona. Eso sí, no sin antes parar en el Mirador de La Galiana, para tener mejores vistas de la zona y quedarnos con un buen recuerdo...
Mirador de La Galiana. Se observa justo debajo el puente del Nacimiento del Río Ucero.
Genista pumila subsp. rigidissima.
Gyps fulvus
Juniperus thurifera

jueves, 14 de noviembre de 2019

Grandes árboles en Aranjuez

Un paseo en los Jardines del Príncipe.
    Hace años, cuando empecé a obsesionarme con las plantas y especialmente con los árboles, me habría encantado vivir en Aranjuez. A orillas del río Tajo, sus enormes jardines centenarios cuentan con innumerables especies de árboles con ejemplares verdaderamente reseñables por su gigantesco tamaño. Especialmente destacables resultan sus descomunales plátanos, que crecen tanto en los alrededores del Palacio Real como a las afueras, en campos y junto a acequias y caminos.
    Ir a Aranjuez es como viajar a un sueño. La gran cantidad de árboles caducifolios, con algunas especies de hoja perenne entremezcladas, favorece un ambiente de lo más otoñal en los últimos meses del año. Hay tilos, arces, espinos, liquidámbares, avellanos, olmos, cedros, cipreses, almeces... En Albacete, tenemos el grandioso Parque de Abelardo Sánchez, que empezó a plantarse a principios del siglo XX, pero no es lo mismo: siempre he echado de menos mayor variedad de especies florísticas y estoy seguro de que podría remediarse si el Ayuntamiento se esforzara en mantener ese bello lugar y mejorarlo aún más.
    Aranjuez es precisamente uno de los sitios con mayor concentración de árboles de gran tamaño en el centro de España. Así lo atestiguan sus paseos y parques, y os lo voy a mostrar.
    El ahuehete o ciprés de Moctezuma (Taxodium mucronatum) del Estanque de los Chinescos es un árbol colosal. Mide más de 40 m de altura y su circunferencia llega a los 6 m. Observarlo es como contemplar una catedral de titanes, uno se siente microscópico bajo su enorme tronca columnar. Este árbol se considera sagrado en muchas partes de América, de donde procede.
Taxodium mucronatum
Taxodium mucronatum con las construcciones del Estanque de los Chinescos.
    El otoño es el momento de vivir los árboles, igual que la primavera. El ciclo anual se cierra, lo que nació muere, cae y da la vida a las hojas nuevas que vendrán el año que viene. La desaparición de la clorofila desenmascara los carotenos, las antocianinas, las xantofilas y otros compuestos de las hojas, que dan colores sorprendentes a los árboles caducifolios. Estos momentos colorean los paisajes de la tierra y nos permiten comprobar el transcurso del año a través de la naturaleza.
Estanque de los Chinescos
    Los gigantescos plátanos de Aranjuez son famosos entre los amantes de los árboles de todo el mundo. Aquí hay algunos de los ejemplares más espectaculares, muchos de ellos han sido incluidos dentro de un catálogo de árboles protegido de la Comunidad de Madrid.
      Resulta interesante aproximarse a este género, el de los plátanos (Platanus) viniendo a Aranjuez. Se cuenta que es en esta misma villa donde surgió el híbrido original del plátano oriental (Platanus orientalis) y el plátano occidental o sicómoro (Platanus occidentalis), nuestro conocidísimo plátano de sombra (Platanus x hispanica). Ya digo,  es lo que se dice, aunque los ingleses también sugieren que esto ocurrió en un jardín en el sur de Inglaterra. Estos híbridos, tan plantados en ciudades y pueblos por su capacidad de medrar bien en suelos compactos, sucios y con aires contaminados, debieron de aparecer en el siglo XVIII. Pasear por la Calle de la Reina y contemplar estos grandiosos árboles, buscando los plátanos híbridos, los occidentales y los orientales, como si jugáramos a los detectives botánicos, es un entretenimiento de lo más zen.
Aquí me tenéis con un gran plátano oriental. No os distraigáis con mi hermosa cara.
Los padres de nuestro plátano de sombra: Platanus orientalis, a la izquierda, y Platanus occidentalis, a la derecha, de hoja más redondota y grande, con menos salientes.