domingo, 27 de febrero de 2011

Estrategas de la r

Con el calor, el saúco de mi patio comienza a hojear. Pequeños brotes que cada día están más creciditos intentan llegar al cielo. Cuando a un saúco se le caen las hojas, deja unas pequeñas muescas que cicatrizan y, justo en su parte superior, desarrollan unas yemas (ya visibles cuando la planta está en todo su esplendor) de color blanquecino que crecen a toda velocidad cuando sube la temperatura. Esas yemas, donde se distinguen embriones de hojas son el lugar preferido de uno de los estrategas de la r mejor conocidos: el pulgón. Cuando un pulgón llega a una planta, si le da por ahí, puede empezar a reproducirse como un loco. Si le da por la partenogénesis, más vale que haya mariquitas cerca. La estrategia de la r consiste en eso precisamente: reproducirse a toda costa. Alguna vez, he llegado a ver brotes de saúcos tan repletos de pulgones que ni se distinguía la verdosa corteza.
A mi saúco también le pasó eso. Pero me resisto a utilizar insecticidas. Imaginaos que viene algún insecto interesante y que, por haber fumigado, muera. No sería plato de buen gusto, la verdad. Y como a mi casa pueden entrar todos los animales que quieran (y que quepan), no serían menos las mariquitas. Antes que nada, he de decir que ni llamé al Servicio de Guerrilla Mariquita Contra los Pulgones (SGMCP) y tampoco al Servicio de Diálogo con Estrategas de la R (SDER). Las mariquitas (o santanicas, como las llamo desde que tengo uso de razón... ¿Alguien más las llama así? Si es así, me gustaría saberlo) aparecieron en mi patio por su cuenta. Aparte de las típicas Coccinella septempunctata, llegaron también otros pequeños coccinélidos cuyo nombre desconozco, y se pusieron manos a la obra a devorar áfidos.
Esta tarde, he hecho una visita al saúco, cuyo nombre (de mutuo acuerdo) es Elderberry. Al ver lo crecidos que estaban los brotes, he querido investigar. ¡Ni con nieve desaparecen esos malditos pulgones! Pasaron el invierno en la parte baja del arbusto y ahora que subieron las temperaturas, aprovecharon para "repoblar" la delgada rama del Elderberry. Paseando por el patio, sin embargo, he encontrado a esa preciosa amiga, que ha volado misteriosamente a la punta del saúco y ha entrado a matar. Aquí está la prueba de su matanza (en la foto, el bicho aún ni había descubierto a los estrategas de la r, pero luego se los ha zampao):




domingo, 20 de febrero de 2011

La oruga peluda [Actualizado]

Saludos, terrícolas. ¿Quien sabe decirme a qué especie animal (¿quién sabe? Podría ser un hongo) pertenece este ser peludo y regordete? He visto hoy dos ejemplares que cruzaban la carretera a toda velocidad. Cuando digo "a toda velocidad" me refiero exactamente a eso: corriendo. ¿Que qué tamaño tenían? Pues eran un centímetro más pequeñas que las orugas de gran pavón nocturno (Saturnia pyri). 
#Actualizado: Jesús ha identificado la oruga, se trata de Thaumetopoea herculeana.

lunes, 14 de febrero de 2011

El canto del búho real

Ayer, aproveché para dar un paseíllo por el campo con unos amigos, nada serio, sólo me llevé la cámara. Vimos una pareja de zorzales charlos (Turdus viscivorus) que jugueteaban en el aire y se posaban en las puntas de los pinos. Anduvimos muchísimo, más que nunca, pues llegué a un campo más allá del monte, donde nos encontramos éstas encinas hermanadas que discutían sobre lo pronto que llega la primavera algunos años:
A los pies de éstas encinillas, el Sr. Ferrero encontró unas plantas cuyo nombre no recuerdo ahora, pero a mí me parecieron que eran hierbas de ensalada. En esa explanada estuvimos hace tiempo, mi amigo también buscando plantas medicinales, y yo mirando qué animales aparecían. De lo que me di cuenta es que hay una gran población de conejos, tal vez sea bueno, incluso para una pareja de azores que viven cerca. 
Los pardillos levantaban el vuelo a nuestro paso en grandes bandadas y algunos pinzones revoloteaban al atardecer. Se oían cantos de ruiseñor a lo lejos y chillidos de mirlos.
Se nos hizo un poco tarde... más de las seis y media y claro, se fue haciendo de noche en el campo. Las nubes del horizonte se volvieron rojas y, a lo lejos, oí un sonido. Era un sonido profundo, una sola nota de medio segundo, lejana, tristona. Pensé ¿un búho real? ¿Aquí? ¿En este sitio? No... imposible. Pero ¿real? ¿Aquí hay reales? Nos quedamos en silencio y lo volví a oír, pero ni mis padres ni mis amigos lo oyeron, son unos sordos y lo peor: creo que ni se pensaban que hubiese algo así en el monte... Pero seguimos el sendero, ya de vuelta al pueblo, y lo volvía a oír. Pasaban muchos segundos entre cada ululato. Demasiados diría yo. 
Pero llegamos a la Piedra Celta y allí, más profundo que nunca,  el sonido llegó a las orejas de todos. Permanecimos unos segundos en silencio. Unos perros ladraban en lo lejano. Uu-uh. El viento entre las agujas de los pinos. Uu-uh. Más perros ladrando. Uu-uh. Sin duda se trataba de un búho real (Bubo bubo) llamando. Me imaginé dónde podría encontrarse el animal, en un roquedo cercano al que siempre he tenido la gran curiosidad de ir, más que nada porque me parecía un buen lugar para albergar rapaces diurnas. Y aunque no lo vi, para mí fue como si lo viese, mi espina dorsal se tambaleó con un escalofrío y deseé ver al animal. Pero no lo vi. Aun así, ¡cuánto me alegro de haber oído aquel sonido, que parecía sacado de lo más profundo del bosque, de la vida, del alma!

Quiero dedicarle ese post a una persona especial, creo que él sabe quién es, en agradecimiento por sus perpetuos ánimos y sus comentarios omnipresentes, por alegrar el Internet con sus bellísimas entradas, mostrándonos la naturaleza que nos queda. Gracias.

jueves, 10 de febrero de 2011

Desde la ventana

Mi clase está en el último piso. Me siento al lado de la ventana, cerca del radiador. Por la mañana, me gusta observar cómo se eleva el sol sobre los tejados de las afueras de la ciudad, mientras la escarcha que los cubre intenta deshacerse. A veces, un estornino negro se posa sobre ella y, asustado por el gélido suelo, se aleja emitiendo chillidos de desdén, sin duda, aunque yo no los pueda oír, porque ya está [...] A lo lejos, el Monte se eleva como quitándose las sabanas de la niebla nocturna y, aunque está a 15 kilómetros de mí, sigue estando majestuoso, alto y tan replantadísimo como siempre.

Muchas veces, en una antena cercana, un colirrojo tizón se posa, ahuecando las alas. Me entretengo observando cómo unos estorninos se pelean como hienas por un trozo de alimento. Pero eh, que yo hago esto si no hay profesores explicando, si los hay, les miro a ellos, aunque muchas veces sea más interesante lo otro.

El año pasado construyeron un edificio en el patio del instituto y trasplantaron (¿no debería ser "transplantar"? Siempre lo he pensado) un montón de moreras al exterior, las cuales fueron podadas monstruosamente (¡joder, qué manía con podarlo !). En su lugar pusieron este edificio del que os hablo, sobre el que se muere la escarcha por la mañana y sobre el que los estorninos se pelean siempre por una piña que lleva en ese suelo una eternidad y media. 

Terminan seis horas de clase, recojo mis cosas, miro una última vez a la antena sobre la que se posan todos los pájaros de Albacete y me marcho. De camino a casa, un agateador común serpentea ascendiendo por el tronco de un pino del parque...

Queridos todos: últimamente mi vida se reduce a estas líneas.



domingo, 6 de febrero de 2011

Los esbozos de la primavera

Hoy me he dado cuenta de que
la primavera nunca llega
tarde ni pronto.
Llega justo
cuando se lo propone.






Ya sé que todavía es pronto. Pero no intentéis desanimarme, porque hoy he visto la mitad de la copa de un almendro florecida. Es 6 de febrero y hay almendros floreciendo. Un almendro floreciendo es la única señal fiable de que la primavera está en camino.