jueves, 15 de diciembre de 2011

Finis autumni

Parque de Abelardo Sánchez (Albacete)
Díxenlle á rula: Pase miña señora!
E foise polo medio e medio do outono
por entre as bidueiras, sobre o río.
O meu anxo da garda, coas azas sobre o brazo dereito,
na man esquerda a calabaciña da auga,
ollando á rula irse, comentóu:
-Calquera día sin decatarte do que fas
dices: Pase miña señora!
e é a alma tua á quen despides como un ave
nunha mañán de primavera
ou nun serán de outono.

                                                 Álvaro Cunqueiro.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El encuentro

Estaban demasiado cerca de mí. Conseguí extender el zoom hasta la cabeza de un individuo cercano, tras una hilera de espartos. Habría como unas siete. Las más cercanas no dejaban de mirarme, nerviosas. Al rato, debieron de pensar que yo no suponía un peligro y varias siguieron caminando y otras miraban hacia otro lado. Había una hembra, sin embargo, que no me quitaba ojo, y la notaba nerviosa. Notaba sus ojos ámbar clavados en mí, perturbados. La miré. De repente, emitió un sonido que me atravesó, ¡¡PSÍÍÍÍUH!! como una especie de silbido venido de las entrañas de las cumbres mediterráneas, gobernadas por la hembra cabría. Era una advertencia. "Es hora de irme", pensé, pero yo no quería irme, aunque continué el camino. Luego, más adelante, pude observar otra vez al grupo desde otra zona más alta. Estaban tranquilas, silenciosas, ramoneaban. Descendí unos metros por la ladera, para acercarme más a ellas, bajo las copas de los pinos, a la sombra del atardecer. Todavía no me veían, pero me escurrí y una de ellas levantó la cabeza. Creo que me vieron, pero yo silbé como lo había hecho la hembra para advertirme de que no me acercara más. Al oír el silbido, varias levantaron las recias cabezas, algo torcidas, coronadas con la ancestral cuerna ibérica. Seguí sentado en una roca, casi petrificado por la presencia de aquellos seres, con la cámara con el zoom al máximo en una mano y con los prismáticos en la otra. Gracias a estos últimos pude observarlas con mayor detenimiento, sobre todo a las que cada vez estaban más lejos. Yo no me esperaba una aparición así en un lugar como aquel, pero allí estaban. Las observé durante un rato más, seguían descendiendo, se paraban a pastar y después seguían. El cabritillo no se separaba de la madre, que era de color beige y tenía la mirada típica de las cabras, la mirada ocre y horizontal, salvaje y ausente, de quien ha atravesado las cárcavas y los cerros ibéricos para criar a aquel cabritillo. Había un macho joven que permanecía con la mirada fija en el cielo que se teñía de oro por las últimas luces del día. De repente, un pequeño grupo de pájaros sobrevoló los pinos y levanté la mirada. Fue una milésima de segundo, pero volví a mirar y ya no estaban. Como el humo, se habían ido, me habían dejado con un leve sentimiento de soledad y una alegría infinita, capaz de hacerme ignorar los comentarios de aquellos que piensan que ver una cabra montés en el monte es una vivencia de lo más normal del mundo.

"tenía la mirada típica de las cabras, la mirada ocre y horizontal, salvaje y ausente, de quien ha atravesado las cárcavas y los cerros ibéricos"


martes, 6 de diciembre de 2011

Empieza la repoblación

    Por una entrada que escribí hace unos meses, ya conocéis mi obsesión por hacer del bosque de la Sierra de Chinchilla un bosque típico de clima mediterráneo continentalizado, un bosque como dios manda, añadiendo al pinar replantado de pino carrasco algunas especies arbustivas y arbóreas localizables en bosques cercanos. Lo que se conseguiría con esto es una mayor biodiversidad típica de esta zona de Albacete, tan maltratada por la oscura mano del ser humano. Como sabéis, el bosque que cubre la parte sur de la Sierra de Chinchilla, concretamente el Cerro de San Cristóbal, el Alto de Almazara y el Alto de la Mina hasta el Morrón, es un pinar replantado en los años 1960-1970. En aquella época, las replantaciones sólo se hacían de una especie, con lo cual se olvidaban del piso arbustivo. Es cierto que zonas que han sido replantadas en los últimos años ya varían más en las especies utilizadas (Juniperus oxycedrus, Pinus sp, Rosmarinus officinalis, Quercus ilex, etc.), pero, por desgracia, aquellas replantaciones antiguas no contienen mucha variedad botánica si antiguamente fueron arrasadas, con lo cual los arbustos aparecen deslocalizados o directamente no hay, lo que origina una menor variedad faunística, que es lo que importa conseguir aquí también.
    Pues bien, el otro día conseguí unas cuantas bellotas de quejigo (Quercus faginea) en el Parque Periurbano de La Pulgosa. También conocido como roble carrasqueño, se trata de un árbol muy abundante en las Sierras de Segura y Alcaraz, que son uno de los ejemplos a seguir en esta... "operación". El quejigo es un árbol marcescente (es decir, que las hojas, tras secarse en el otoño, permanecen en el árbol hasta la siguiente primavera) que alcanza los 20 m de altura y habita las zonas centro-sur de la Península, hasta el N de África. Tras la mala experiencia que tuve con unas bellotas de encina, que resultaron estar todas parasitadas por gorgojos, las de quejigo no contenían larvas en su interior. Hoy he salido al monte a plantarlas, observando cuidadosamente qué zonas serían las mejores e imaginándome ya árboles centenarios junto a los pinos carrascos, pero peco de inocente. En total he plantado unas 12 bellotas de quejigo y 2 de coscoja (Quercus coccifera), pero no me ha quedado más remedio que recordar, muy a mi pesar, que cerca hay cabras que podrían zamparse los brotes, por no hablar de los conejos y de los ratones de campo; pero oye, están en todo su derecho de comerse tan exquisitos manjares. Sólo queda acordarse (gracias, Lu) del Hombre Que Plantaba Árboles para darme cuenta de lo que consiguió hacer durante su vida. Durante el paseo en busca de lugares propicios para la plantación de estos árboles, me he encontrado con estos agradables seres:




     Algunas parecían dormidas bajo la alfombra de acículas y las había de todos los tamaños. No conozco el nombre de estos hongos, así que si alguno de vosotros los conoce, agradecería mucho su intervención. La verdad es que de micología no he entendido mucho nunca, conozco algunas especies, pero luego me cuesta bastante relacionar la seta que estoy observando con la que aparece en la ficha de la guía de campo. El suelo estaba repleto de musgos verdes, casi fosforescentes, y de hierbecillas. Había también una especie de... no sabría como describirlo, pero disculpad mi vulgaridad: era como un escupitajo de babosa blanco y con burbujas, ni idea de qué podría ser, pero he visto varios, envolviendo palos y acículas secas.
Volviendo al tema de las repoblaciones, he de decir que todavía queda lo mejor, porque con 14 bellotas no se soluciona mucho. Este verano planté también algunas semillas de Juniperus oxycedrus (me encanta este nombre científico) por la zona, queda bastante tiempo para que germinen, ya que necesitan un tratamiento largo, laaaargo... y lo mismo germinan en seguida, que están mucho tiempo bajo tierra sin hacer nada; además, los enebros crecen lentamente. Tengo pensado plantar, más adelante, romeros, porque no hay ni uno en toda la sierra y cuando las flores primaverales se han secado, ya no queda ninguna planta melífera para satisfacer la demanda polinífera de los insectos (empiezo a hablar como un banquero, si es que se contagia ). Los romeros se pueden conseguir cortando ramillas de unos 10 cm y clavándolas en tierra, manteniendo la humedad, eso sí. Utilizar para esta empresa alveolos ecológicos sería una buena idea; pero eso os lo contaré en verano, cuando lleve a cabo esta idea. Hasta entonces, esperemos que al menos la mitad de las bellotas se salven y crezcan pronto.
No os dejéis confiar: las bellotas de las dos especies son de igual tamaño, solo que la fotos están hechas a diferente altura.