miércoles, 30 de agosto de 2017

Pino albar (Pinus sylvestris) a tinta


    Sigo con mis dibujos a tinta. Esta vez, os muestro un pino albar (Pinus sylvestris) que hice el otro día, inspirado por algunos que vi en Galicia.

Eurypharynx pelecanoides

    Hoy me dije: "Voy a dibujar algo raro", y me salió esta anguila pelícano. Tinta sobre papel.

martes, 15 de agosto de 2017

Las Islas Cíes

    Este es el cuarto día de mi estancia en Galicia, el 28 de julio de 2017. Desde Cangas salió un catamarán blanco que atravesó la Ría de Vigo, paró unos minutos en el muelle de Vigo, donde recogió a un grupo de personas, y se encaminó a las Islas Cíes, a la isla de Monteagudo. En ese catamarán íbamos mi amigo Alfonso y yo. Las Islas Cíes son tres y se extienden alargadas, de norte a sur, a las puertas de la Ría de Vigo, como guardianes del lugar. Las Islas Cíes son tres, y de Norte a Sur, se llaman: Isla de Monteagudo, Isla del Faro (Illa do Faro) e Isla de San Martín (Illa de San Martiño). Forman parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia. El catamarán dejaba ondas blancas no mar de Vigo, y detrás, venían los golfiños, de color oscuro, con sus aletas inconfundibles, surcando el oleaje que dejaba el barco. ¡Qué emoción! ¡Delfines! Nos siguieron durante unos minutos y luego desaparecieron entre la espuma. Llegamos pronto para lo que sería un día espléndido en "la mejor playa del mundo", aunque nosotros nos internamos por los senderos marcados que recorren las Islas de Monteagudo y del Faro, conectadas por una acumulación de arena, la playa de Rodas.

    Nada más llegar a la Isla de Monteagudo, bajamos al muelle y miramos hacia las transparentes aguas de la playa. Allí había un cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis) buceando y emergiendo delante de todo el mundo como si no le importase nada la presencia humana. Había incluso gente tomando el sol en la orilla y bañándose.
Cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis).
    Le dije a mi amigo Alfonso si es que había bosques sobre las islas. "Eso parece", me dijo. "Espero que no sean eucaliptos", dije. Efectivamente, lo eran. No solo había eucaliptos sino también acacias a tutiplén. Había también laureles, robles, pinos marítimos (y algún piñonero) y acebos. Al bajar del barco, llegamos a una playa arenosa vallada donde crecían diversas plantas dunares que ya vimos en Corrubedo.
Alhelí de mar (Malcolmia littorea).
Praia de Rodas.
    En seguida nos internamos por el camiño do Faro de Cíes, entre pinos y eucaliptos, y nos cruzábamos con muchísima gente que había venido a visitar las mejores playas del mundo. Se podían ver muchos pinzones vulgares (Fringilla coelebs) en busca de migajas bajo algunos bancos.
Pinzón vulgar (Fringilla coelebs).
Gaviota patiamarilla (Larus michahellis) sobre un pino. Al fondo el Lago dos Nenos.
    Cuando llegamos al Lago dos Nenos, me sentí muy feliz de observar, desde tan cerca, algunas especies de peces en libertad. Este pequeño lago se forma entre las dos islas y el agua se acumula y se remansa tras las rocas.
Múgil (Mugil cephalus).
Gobio (Gobius sp.).
Dorada (Sparus aurata), junto a un serránido, creo, y una julia (Coris julis).
    Los transeúntes también se fijaban en los peces que nadaban en el Lago dos Nenos. Había dos agujas (Belone belone) que no pude fotografiar correctamente para mostrarlas en el blog, pero pudimos admirarlas bien a traves de la turbia agua. Seguimos caminando hacia el sur, por el sendero, subiendo y bajando, internándonos en los bosques de las islas. Pasamos junto al antiguo y pequeño monasterio de la Isla del Faro, que perteneció a monjes franciscanos.
El madroño (Arbutus unedo) es una especie común en muchas zonas de Galicia.
Bosque en Cíes.
Ninfa de Tettigonidae, posiblemente Phaneroptera.
    La caminata se nos hizo bastante larga en algunos tramos, pero cada vez estábamos más cerca de un observatorio de aves al que queríamos llegar. Finalmente, tras mucho subir y bajar laderas bajo un sol de justicia, entre secarrales y pinos, llegamos. Valió la pena el sufrimiento...
Gaviota patiamarilla (Larus michahellis).
Gaviota patiamarilla descansando.
Y otra.
Islas Cíes.
    Tras observar cientos de gaviotas patiamarillas (no se veía ninguna otra especie, excepto unos cormoranes que descansaban junto a las olas), decidimos continuar el camino y llegar hasta uno de los faros. No sabíamos lo que nos esperaba. Fijaos en la subida al faro, en la foto inferior.
Uno de los faros de las Cíes.
    Igualmente, como nos gustan los retos y somos jóvenes y valientes, continuamos caminando y subimos hasta arriba del todo, bajo un sol nada gallego. En las paredes de rocas corrían lagartijas y a los lados del camino nacían unas flores amarillas de cardo. Finalmente, cuando hicimos cumbre, nos sentamos a la sombra de una pared, abrimos los macutos y nos dispusimos a devorar con fruición la comida que llevábamos a cuestas. Descansamos un rato y seguimos explorando. Las vistas a los alrededores del faro eran impresionantes. A lo lejos, se veía un gran barco de vela anclado. Las gaviotas seguían volando y entonando sus característicos graznidos en torno a las islas.
Pudimos observar otra vez al carraspique (Iberis procumbens),
que crece aquí disperso entre las rocas que sujetan el faro.
Vistas impresionantes.
    Bajamos a toda velocidad del faro, recorrimos el sendero de vuelta y volvimos al Lago dos Nenos, donde habían salido a alimentarse un grupo de cangrejos corredores (Pachygrapsus marmoratus). Volvimos a ver lisas, gobios y agujas, pero la dorada se había esfumado.
Cangrejo corredor (Pachygrapsus marmoratus).
    Alfonso y yo estábamos deshidratados, somnolientos y muy cansados, así que nos sentamos en un escalón del centro de información, a hablar y descansar un poco. No quería levantarme del cansancio y la sed, pero era inevitable sentir en nuestro interior esa fuerza sobrenatural que nos ayudó a seguir caminando en busca de nuevas observaciones naturalísticas. Bebimos agua y seguimos.
Eucaliptos plantados con fruición y sotobosque de fentos.
Araña de la familia Gnaphosidae.
Planta de la familia Asteraceae. Sin id.
    Seguimos caminando, caminando... hasta que llegamos a otro acantilado, donde Alfonso se detuvo con tranquilidad a fotografiar una gaviota patiamarilla que no se asustaba de los caminantes.
Las formaciones geológicas de las Islas Cíes son muy curiosas.
Gaviota patiamarilla (Larus michahellis).
Islas Cíes.
    Finalmente, subimos al mirador, donde se veía a la perfección la isla del sur, y luego bajamos por el camino por el que habíamos venido, en dirección hacia otra parte de la isla, donde se podían ver cormoranes. Por el camino nos íbamos parando con todo lo que nos parecía interesante.
Exosoma lusitanicum.
Lagartija lusitana (Podarcis guadarramae lusitanicus).
Vanessa atalanta.
    Nos encaminamos hacia unas playas muy escarpadas al este de la isla, desde las cuales podíamos ver la ría de Vigo. El terraplén bajaba salvajemente y el camino se hacía muy empinado a tramos. Donde rompían las olas había cormoranes moñudos que se asoleaban tranquilamente.
Cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis).
    A unos metros de la empinada costa de la isla, crecían torviscos (Daphne gnidium) y sus flores atraían lepidópteros diversos:
Náyade (Celastrina argiolus).
Sátiro (Hipparchia statilinus).
      El sol, el calor y el cansancio nos obligaban, poco a poco, a ir cada vez más lento y a fijarnos en menos cosas. Sin embargo, estaba siendo una jornada maravillosa, habíamos visto paisajes sorprendentes y teníamos las tarjetas de memoria (y nuestras propias memorias) repletas de imágenes irrepetibles. Volviendo con tranquilidad hacia el muelle, alejándonos de la escarpada ladera, vimos un cadáver de gaviota. A Alfonso y a mí nos dio por mirarlo, sin darnos cuenta durante unos segundos, de que justo encima del animal muerto, había otro vivito y coleando: un juvenil de lagarto ocelado (Timon lepidus). Dos mujeres pasaron por allí y se nos quedaron mirando, intentando ver lo que veíamos nosotros. Desde donde estaban ellas, no se veía el lagarto, con sus ocelos multicolores. Ahora caigo en que tendría que haberles dicho lo que estábamos viendo; en su lugar, mi amigo y yo quedamos como un par de locos que van por ahí fotografiando cadáveres de gaviota...
Lagarto ocelado (Timon lepidus).
    Nuestro catamarán volvía a Cangas a las siete de la tarde y una hora antes ya habíamos explorado todos los senderos de las Cíes. Fuimos a descansar a la sombra del edificio del bar, sentados en el suelo estuvimos mirando un rato las fotos que habíamos hecho... ¡¡pero incluso en esos momentos, no podíamos dejar de bichear!! Nos levantamos para caminar hacia una pequeña playa arenosa cercana.
Calliptamus cf italicus.
Pollos de gaviota patiamarilla.
Pinos dibujables.
Oruga de la maravillosa Brithys crini, la polilla de la azucena de mar.
    Y con esta última foto, mi cámara decidió descansar, ya que llevaba todo el día haciendo fotos y vídeos, más que ningún otro... Por suerte, no vimos mucho más, excepto una planta muy interesante: la camarina o camariña (Corema album), de la familia de las ericáceas y considerada "En peligro crítico de extinción" por la UICN.
Camariña (Corema album).
    Finalmente, el catamarán nos recogió y nos llevó de vuelta a Cangas. El sol se ponía tras la bruma y yo intentaba grabar a fuego en mi mente todas las vivencias del día. Permanecimos en silencio, mirando a las Islas Cíes, durante varios minutos. Quedé embelesado mirando as ondas no mar de Vigo, intentando divisar alguna aleta de cetáceo, pero no hubo suerte esta vez. Fue una vuelta agradable, demasiado corta tal vez, con un deje de morriña por las islas. Pero seguíamos en Galicia, aún quedaban muchas aventuras que vivir. Al día siguiente iríamos a La Coruña, a San Andrés de Teixido, ni más ni menos, así que necesitábamos descansar para la aventura suprema, para la promesa que yo me había hecho a mí mismo... ¡Adiós, Cíes, hasta pronto!
Adiós, Cíes, hasta pronto.

"Ondiñas veñen,
ondiñas veñen,
ondiñas veñen e van,
non te embarques, rianxeira,
que te vas a marear."

lunes, 14 de agosto de 2017

Safari nocturno a las afueras de Albacete

    Interrumpo la serie de entradas sobre mi viaje a Galicia para subir esta sobre el pequeño paseo que dimos anoche por los alrededores de Albacete. Después de la noche de las Perseidas que organizamos para bichear y observar el espacio en la Siera de Chinchilla, y aunque lo pasamos en grande (risas, chocolate, estrellas fugaces enormes, arañas chulas como Cyrtauchenius walckenaeri), lo cierto es que yo me quedé con ganas de más, así que propuse ir a de safari nocturno por las afueras de Albacete capital la noche siguiente. Quedamos varios integrantes del grupo de Fauna y Flora de Albacete en la entrada del Jardín Botánico de Castilla-La Mancha a las 21.45h para explorar el camino que conecta la ciudad con el parque periurbano "La Pulgosa". Sabemos que, debido a las zonas ajardinadas que lo flanquean y por estar rodeado de campos de cultivo, este corredor atrae muchos animalitos interesantes. Lo primero que vimos fue un magnífico búho chico (Asio otus) que salió volando del Jardín Botánico y nos sobrevoló a muy pocos metros. Permaneció menos de un minuto volando entre las farolas y luego desapareció en la lejanía oscura. Después se nos unió otro naturalista, Pablo, con quien pudimos ver un bonito erizo europeo (Erinaceus europaeus), de los pocos que quedan ya en torno a nuestra ciudad. Yo preferí no hacerle foto y mirarlo, pero Rafa Torralba sí lo hizo y así de guapo salió el pequeño insectívoro:
Erizo europeo (Erinaceus europaeus). Foto de Rafa Torralba.
    Tras despedirnos del erizo y de varios amigos, los pocos que quedamos seguimos encaminados hacia La Pulgosa. Por el camino observamos varios animalitos interesantes:
Un pequeño cárabo con la cabeza muy grande, del género Acinopus.
Gorgojo (curculiónido) sin identificar.
Ejemplar macho de Iris oratoria.
Larinus carlinae
Grillo de matorral de la especie Phaneroptera nana, ejemplar hembra.
    Las protagonistas del lugar volvieron a ser las arañas lobo (licósidos) de las especies Lycosa hispanica y Hogna radiata. Yo diría que son los leones en miniatura del mundo artrópodo. Cazadoras tranquilas, rápidas y directas, grandes e imponentes, recorren los suelos de la noche en busca de pequeños insectos, sobre todo saltamontes, que llevarse a los quelíceros.
Hogna radiata, este ejemplar estaba muerto.
Lycosa hispanica.
Enorme hembra de Hogna radiata con un curioso patrón de color.
    En La Pulgosa, observamos algunos tenebriónidos (Akis acuminata, Blaps waltlii) y más Acinopus sp. Lo más interesante fue un macho de grillo bimaculado (Gryllus bimaculatus).
Akis acuminata intentando copular mientras son atacados por una marabunta.
Grillo bimaculado (Gryllus bimaculatus), macho. 
Babosa valenciana (Ambigolimax valentianus).
    Finalmente, recorrimos otra vez la vía verde volviendo a casa, encontrando por el camino otros dos arácnidos "nuevos", una araña cangrejo y un solífugo, y una salamanquesa. Fue una buena noche que pasamos explorando nuestra ciudad en busca de sus otros inquilinos.
Araña cangrejo (Thomisus onustus) a punto de "dar a luz" en su nido de seda.
Solífugo (Gluvia dorsalis).