lunes, 25 de junio de 2012

De todas las cosas que puedan suceder en un patio de La Mancha (II)

    Tras el arañerío del otro día (y creedme, lo que más hay son dípteros e himenópteros, pero son muy difíciles de pillar; de hecho, lo que se oye aparte del canto de los pájaros y el ladrido de algún que otro perro de la calle, son los zumbidos ininterrumpidos de todos los insectos que se acercan a beber agua), os presento ahora a los vertebrados. La fauna vertebrada de este patio chinchillano es la que uno se encontraría fácilmente en cualquier pueblo ibérico.
    Hace unos cuatro años, tuve la suerte de recibir la visita de una pareja de golondrinas (Hirundo rustica) que decidió asentarse bajo una vieja viga y desde entonces, todas las primaveras y veranos, reforman el viejo nido y llegan a tener hasta dos puestas, una en abril-mayo y otra en julio. El año pasado cambiaron el nido de lugar, pero no les gustó y volvieron al sitio de siempre.
Pollada de Julio de 2011.
    Al poco de amanecer, los padres ya andan buscando alimento para los polluelos. Al llegar al nido los padres con la comida, los pequeños levantan las ciegas cabezas con el blando y amarillento pico abierto de par en par. Los jóvenes se desarrollan rápidamente y de las vocecitas de recibimiento de la comida pasan a un griterío general algo incordiante (¡me despiertan siempre chillando a las siete de la mañana!). A las dos semanas y media aproximadamente, son capaces de hacer pequeños viajes desde el nido a posaderos cercanos. De hecho, resulta que justo hace unos días han empezado a salir ya y los pequeños se posan en las vigas, los capiteles, se esconden detrás de las macetas, suben, bajan, revolotean, se estampan, chillan, llaman, revolotean otra vez, etc. Con curiosidad observan a los habitantes de la casa, que miran a las pequeñas golondrinas posadas en la barandilla del balcón con igual gesto de curiosidad.
Aish, que voy a durar poco aquí enganchá...

El desaliño de esta joven golondrina tiene explicación. Como su vuelo todavía no es muy preciso, intentan
agarrarse a las paredes en vez de posarse en salientes o alféizares, con lo cual, resbalan y acaban en
esquinas donde sólo las arañas se atreven a aventurarse, rincones oscuros que acumulan polvo y telarañas.
Tras descansar unos minutos, las pequeñas vuelven a las andadas y consiguen emprender el vuelo, hasta
acertar con algún posadero más fácil que una pared completamente vertical.

Las golondrinas nos dejan en la migración otoñal. Un día, simplemente, dejan de oírse sus gorjeos y resulta que ese día cae en sábado y me levanto tarde por la mañana porque no me han despertado sus chillidos al poco de amanecer. Se marchan muy al Sur, más allá del Sáhara, y el patio vuelve a quedar en silencio, frío y polvoriento, hasta la primavera siguiente.
    Algunas aves que se han adaptado recientemente a los núcleos urbanos pueden llegar a aparecer. No en mi patio, pero sí en el de la casa de al lado, abandonada desde hace pocos años, y derruida en algunas zonas (¡ahí sí que tiene que haber nidos de golondrina a tutiplén!) ha anidado esta primavera una pareja de colirrojos tizones. La hembra se podía ver todavía hace unos días alimentando a la volantona, que ya estaba bastante grande. Al poco tiempo, la volantona ya se ponía a cantar en los tejados de alrededor del patio y podíamos oír su canto, como arrugado, en los tejados, aleteando nerviosa.
Curiosa, me miraba escondida tras el canalón. Cerca estaba el viejo nido y de vez en cuando venía
 la madre a alimentarla.

A la sombra a mediodía, que hace mucho sol... sin alejarse mucho del canalón.

        Durante el paso de invernantes, es fácil ver colirrojos curiosos que bajan al suelo a observar y a buscar alimento. En otras ocasiones, los mirlos, que anidan en un parque cercano, también bajan y curiosean bajo el saúco, supongo que es lo que más atrae del patio, por ser un arbusto grande, en busca del alguna baya, pero no encuentran ninguna casi nunca. El ciprés, alto y un poco inclinado en su punta, ha albergado hordas de gorriones ruidosísimos y picoteadores de macetas.
    Lo mejor es colocar cajas nido para atraer más aves, colocar comederos y platos con agua en épocas de carestía.
    Los vencejos sobrevuelan todas las mañanas y todos los atardeceres el pueblo, y a veces algún inexperto jovenzuelo cae sin remedio al suelo del patio... Suerte que siempre llega alguien a tiempo para lanzarlo de nuevo al aire, porque, como sabéis, cuando un vencejo cae al suelo no puede despegar de nuevo...
    Al atardecer, ya comienzan a salir las omnipresentes salamanquesas (Tarentola mauritanica) de grietas, agujeros, tejas rotas... 
    Se pasan las noches de verano trepando por tapias y rocas en busca de insectos atraídos por la luz de las farolas. De hecho, no niego que alguna vez haya encendido la luz del patio a propósito, para verlas devorar polillas y mosquitos...
    De pequeño, me fijé en que algunas de ellas tenían puntos rojos entre los dedos. Buscando sobre ese tema, descubrí que hay ácaros del género Geckobia que acostumbran a parasitar estos gecos, normalmente se enganchan en dedos, tímpano y pabellos auditivos:
Aunque no se aprecia muy bien, y señalado queda con la flechaca, tiene alrededor del ojo un pequeño
parásito (tal vez Geckobia latastei). Estos ácaros se parecen algo a los famosos ácaros de terciopelo (Trombidium).
 Como veis, la fauna de un patio no es la misma (ni en variedad ni cantidad) que la que habitaría en un gran jardín, un bosque o cualquier otro ecosistema; sin embargo, entre todos podemos hacer que nuestros balcones, calles, plazas y nuestras ciudades y pueblos en general supongan un buen lugar para que la fauna urbana que convive con nosotros cada día (aunque no nos demos cuenta) encuentre refugio, alimento y "bienestar"...
    Si os interesa conocer los entresijos de un jardín, os recomiendo visitar el blog de Jesús Dorda, donde cuenta las peripecias de la naturaleza de su jardín en plena Sierra de Guadarrama.

lunes, 18 de junio de 2012

De todas las cosas que puedan suceder en un patio de La Mancha (I)

    El naturalista que tenga la suerte de tener un jardín, un patio grande (como es mi caso) o una azotea con jardineras, conocerá de primera mano las idas y venidas de todos los seres que acuden a nuestro pequeño oasis para repostar, cazar, dormir, anidar o alimentarse. Y quien no cuente con un jardín o un patio, siempre podrá contar con las terrazas, los balcones y las ventanas, y petarlas de macetas con flores olorosas que atraigan mariposas de la zona...
    Algo tan simple como sentarse y esperar a ver qué animales aparecen es una ocupación de lo más interesante. Bueno, no hace falta sentarse... de hecho si te paseas un poco, ves más cosas.
    Conforme el sol se alza, van apareciendo decenas de especies interesantes. Los saltícidos, también conocidos como "arañas saltadoras", son abundantes. El otro día precisamente, apareció en el brocal del pozo un saltícido macho de Philaeus jugatus. El abdomen (opistosoma) llama mucho la atención en este género, es de color rojo en los machos, surcado por una mancha negra en forma de almendra que se extiende hasta el extremo posterior, y en la parte anterior aparecen dos marcas blancas, mientras que el tórax o prosoma es de color negro con pequeños pelos blancos y dos manchas blancas alargadas a los lados. La hembra es menos vistosa pero más robusta, su prosoma es pardusco, nada que ver con el escarlata del macho.
Hubo un momento, desde que la encontré hasta que volví con la cámara, que desapareció entre unas hierbecillas.
Menudo susto, pensé que no podría tenerla conmigo para siempre en forma de fotografía y jamás volvería
a encontrarla. Por suerte, al rato salió, con ese andar característico de los saltícidos, a posar para mí.

Philaeus jugatus
   Tras permanecer un rato al lado de este bello macho, lo dejé seguir por su camino. Al cabo de unos minutos ya se hallaba en la parte más alta del muro, donde he visto a otros saltícidos, como el de la foto inferior (Menemerus sp.), capturar pequeños dípteros.
¡ÑAM! Pa' mí.
    La librea de esta arañita, muy útil para camuflarse, no la salva, sin embargo, de las avispas alfareras, que introducen en sus nidos decenas de estas arañas, inmóviles gracias al veneno de la madre, para alimentar a la voraz larva. Más de una vez he visto un nido roto por mi madre, y las arañas, paralizadas por el veneno en un principio, consiguen alejarse tras unas horas angustiosas. A mi madre no le gustan los nidos de avispa alfarera, como habréis observado, porque precisamente aparecen en los sitios más insospechados.
En los arbustos aparecen arañas de jardín (Araneidae). El año pasado estuvo paseándose por el saúco una Araneus sp (la típica araña de jardín) en miniatura, pero no llegué a verla tejer su tela de captura.
Soy una Araneus  que se paseó por un saúco manchego en julio de 2011.
Este año, por suerte, el saúco cuenta con otro huésped, también de la familia Araneidae, la Araniella cucurbitina. Se instaló hace unas semanas con su red en una hoja del saúco, a 1,60 m. del suelo y allí lleva varios días. Debe de gustarle, más que nada, porque cada mañana le echo una hormiguita que encuentro por el suelo, y se la come con una alegría increíble. La A. cucurbitina construye una red en linderos de bosque y en zonas sin vegetación, pero como ésta es muy chula, ha venido a mi patio a quedarse. Tiene el prosoma de color anaranjado, el opistosoma de verde amarillento y en la parte posterior, detrás de las hileras (por donde echa la seda), una mancha rojiza. Cada vez está mas gorda. Espero que encuentre un macho y que pronto realice la puesta, porque es una bella araña que adorna el foliolo del saúco con microalegría natural inigualable. Por lo que le he visto hacer, esta especie inyecta un veneno que disuelve a la presa por dentro. Cuando se da la vuelta (la de mi patio está boca arriba y siempre se le ve la parte inferior, a no ser que llueva o haga viento, en ese caso se guarece en alguna zona hasta que amaine el temporal y luego vuelve a tejer su tela) se camufla perfectamente con el verde de la hoja.
En las flores, especialmente en las de lavanda y budleya, tienen las arañas cangrejo sus cotos de caza. Pertenecen a la familia de los tomísidos, y tienen los dos primeros pares de patas más robustos y largos que los otros dos. Muchas veces se las encuentra en flores con colores muy vivos, a la espera de la llegada de una mariposa o abeja, con las patas extendidas, como si fueran a dar un abrazo. Muchas son de colores variables y vivos y son capaces de cambiar de color. Entre los claveles apareció una vez una gorda hembra blanca de Misumena vatia, con su característico abdomen ovalado. Desde hace poco tiempo es más común, sin embargo, la Thomisus onustus.
Otras especies de arácnidos que aparecen esporádicamente, son Pholcus phalangioide y Scytodes, pero esas suelen ser más normales dentro de casa, en pasillos y esquinas oscuras. Las arañas son muy variadas y tienen costumbres bastante interesantes, y las que entran en casa no suelen ser muy peligrosas. Las flores olorosas (rosas, budleyas, saúcos, madreselvas, lantanas...) atraen muchas especies de dípteros, himenópteros y lepidópteros. La budleya, también llamada "arbusto de las mariposas", atrae infinidad de seres, aparte de los tomísidos como ya he dicho antes, aparecen mariposas de vivos colores por la mañana.
Lasiommata megera

Papilio machaon
Otras mariposas que se acercan a libar las flores del balcón: la de arriba es Cynthia cardui, un ninfálido
migrador. Suelen aparecer en la Península Ibérica a partir de marzo, y en zonas de calor agradecen los charcos
que se forman del goteo de las mangueras y las fuentes. La de abajo a la izquierda es
Maniola jurtina hispulla,, un satírido bastante común en Albacete. La de la derecha es Melitaea phoebe occitanica, otro ninfálido muy variable geográfica, estacional y altitudinalmente en su librea.  Estos ejemplares están tan deteriorados porque los recogí ya muertos del suelo.
    Además de estos hermosos ropalóceros, de vez en cuando se acercan esfinges colibrí (Macroglossum stellatarum), muy comunes en España, muchas veces aparecen en balcones de grandes ciudades libando las flores que cuelgan por los aleros. 

    Entre las flores de un Trachelospermum que abraza una columna, apareció el otro día una mosca zángano o Eristalis tenax como la conocen los expertos entomólogos. A pesar de estar tan relacionado con las moscas domésticas, la mosca zángano guarda su belleza (hay que buscársela si uno no está acostumbrado a tratar con dípteros). De adulto, se limita a ir de flor en flor; lo interesante del ciclo vital de este insecto es la larva. Esta suele vivir en zonas encharcadas con agua eutrófica o podrida, y físicamente es el típico gusarapo blanco y de aspecto desvalido. En su parte posterior tiene un largo tubo extensible que conecta la larva con la superficie del agua y así puede respirar. Para pupar, se esconde en el barro o bajo una piedra.
Eristalis tenax
    Los moscardones son muy comunes también, vienen a beber agua y a la sombra de las hojas de los arbustos. Las avispas papeleras llenan el aire durante todo el día de sus zumbidos aburridos y pesados. Y aquí dejo la entrada de hoy, pero no todo ha terminado, ya os hablaré de los vertebrados. ¡Esos sí que tienen juerga!