miércoles, 26 de febrero de 2014

Mis primeros camachuelos comunes

    Hace pocos días, en Kilham, decidimos ir en busca de algún escribano cerillo que se dejase ver bien. Esquivando montones de tierra producidos por los topos y boñigas de caballo, caminamos unas decenas de metros, alejándonos del pueblecito, internándonos en la extensa campiña inglesa, que ya verdea como Bolsón Cerrado. En unos altos fresnos que crecían junto a un seto, divisamos una bandada de pájaros del tamaño de un estornino o un poco más grandes. Al mirar por los prismáticos, nos sorprendió ver un grupo mixto bastante grande de zorzales reales (Turdus pilaris) y estorninos pintos (Sturnus vulgaris)
    Al final, llegamos a una rotonda a unos kilómetros al Norte del pueblo y, sin éxito, nos dimos la vuelta para volver a casa. El día soleado hacía despuntar las primeras hojas de los groselleros de los jardines del pueblo, mientras otros frutales ya intentaban florecer. Una pareja de gorriones molineros (Passer montanus) voló a un cerezo cercano. Esta especie se caracteriza por no presentar dimorfismo sexual, al contrario que los gorriones más comunes que observamos en campos y ciudades. Sobre un tejado, una lavandera pía (Motacilla alba yarrellii) picoteaba entre las tejas. Conforme caminábamos de vuelta, Effie tiraba con fuerza, intentando morder la hierba del sendero y alguna que otra flor de diente de león. Esto es bastante molesto, sobre todo si en una mano llevas los prismáticos y en la otra la correa del perrete. Entre el canturreo de petirrojos, pinzones y jilgueros, me pareció oír un canto monosilábico, tranquilo, lento. Nos paramos. Detrás de un seto bastante alto, sobresalían unas ramas que ya empezaban a hojear y, entre ellas, una hermosa hembra de camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula) buscaba los brotes más grandes. ¡Por fin! El camachuelo común era un pájaro que se me estaba resistiendo mucho. Había ido a varios sitios donde se supone que había, pero nada. Por fin, a menos de 3 metros de mí, había una hermosa hembra picoteando hojitas verdosas que nacían bajo el sol del febrero inglés.
    En aquel momento, pensé, de haber llevado la cámara, habría hecho una foto genial. Pero llevaba únicamente los prismáticos. Reconozco que lo hice a propósito. Si bimbaba algo, me dedicaría a mirarlo y, por qué no, para plasmarlo en una imagen, recordaría la posición del animal y haría un dibujo. Porque me he dado cuenta de que el hecho de llevar la cámara conmigo (imagino que esto no me pasará solo a mí), a veces me impide observar el comportamiento del animal, tal y como es. Es como los momentos que se viven con amigos. Conozco a gente que solo va a sitios para la foto, sin disfrutar de la situación y la compañía. Cuando se acaba la sesión fotográfica, hale, nos vamos. Cuando pasan los años, ¿recordarán algo de aquel momento? Solo tendrán la foto. Yo prefiero disfrutar más despacio cuando se trata de aves más o menos fáciles de ver (no os engañéis, como sea un "twitch", la cámara va la primera). 
Macho de camachuelo común en Kilham. Acuarela sobre papel, 15 x 21 cm.
    Momentos después, veía un macho de camachuelo sentado sobre un seto, muy quieto. Tranquilo, observando unas ramas de alerce que tenía delante de él. Me llama la atención la tranquilidad de los camachuelos. Son pájaros que se lo toman todo con calma. Así lo pude observar días después con África en una zona cercana al Humber Bridge, una pequeña reserva forestal con algunos prados y estanques donde hay dispuestos unos comederos para aves. Los comederos están separados de la zona de observación por la pared de unos álamos trenzados que forman un túnel, dentro del cual se meten los pajareros para fotografiar y observar los pájaros que acuden a los comederos. 
    África trajo algunos granos y cacahuetes para atraer a los pájaros a los comederos. Como siempre, los primeros en llegar fueron los páridos, junto con pinzones vulgares y petirrojos. Los camachuelos se hacían de rogar. Se acercaban, reclamaban. Pero tardaron bastante en coger confianza y ponerse a comer. Lo bueno es que estos pájaros, cuando se ponen a comer, se quedan en el sitio, no como los carboneros y herrerillos, que llegan, cogen una semilla y al momento se han ido.
En primer plano, un vistoso macho de camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula)Este ejemplar tenía un plumaje ventral más rosado que naranja, más suave comparado con el primero que vi en Kilham.
Al fondo se vislumbra la hembra, menos colorida y de colores pardos y grises.
Macho de camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula). En inglés se le llama Bullfinch, es decir, pinzón-toro. ¿Será por la forma del cuello, que recuerda al del toro?
    Lo que decía, a pesar de no haber llevado cámara de fotos la primera vez que los vi, pude tomar cantidad de imágenes de esta especie de fringílido, tan abundante en toda Europa excepto en donde yo nací, en otra ocasión. Lo prefiero así. A veces es mejor esperarse y contemplar lo que se observa, disfrutarlo, y no perder el tiempo haciendo la foto y pensando que hemos visto algo súper interesante. ¿De qué sirve una foto si no podemos ver al animal moverse, alimentarse, volar o cantar, si no hay recuerdo? Mejor lo miro un rato, lo guardo en mi memoria y después hago un boceto. 
Macho de pinzón vulgar (Fringilla coelebs), otro de los pájaros comunes en comederos.
¿QUIÉN ERE'?

Músicas del mundo: Chiwoniso

    He decidido inaugurar esta sección para compartir con mis lectores mis gustos musicales. ¡Vaya, pensabais que este blog era únicamente de Naturaleza! ¿Acaso no somos los humanos parte de ella? ¿Acaso las músicas más asentadas en la conciencia de los pueblos del mundo no son una de las cosas que nos conectan con Ella, junto con el arte, la cultura y nuestras lenguas, en fin, lo que nos hace ser humanos en su sentido más estricto y que nos diferencia del resto de especies (o nos acerca, quién sabe)? 
    Las "músicas del mundo" son aquellas que comprenden artistas y bandas musicales poco o nada conocidos en nuestro primer mundo, donde nos atiborran con música discotequera, sintonías que no hablan al corazón y reguetón (o como se escriba). Esta música que quiero compartir con vosotros viene muchas veces desde lugares lejanos y castigados por la guerra, el dolor, la enfermedad y la muerte. Muchas canciones hablan de penas y dolores, abusos y otras fechorías, pero también de alegría y tradiciones milenarias. Yo incluyo grupos de músicas tribales, folk y tradicional, desde el corazón de África hasta las Antípodas, del Norte de la Península Ibérica hasta las costas de Borneo. Quiero compartir con vosotros la que viene de los pueblos más unidos a la Naturaleza y la justicia. Música hay en todas partes y forma parte de la vida del Ser Humano (también de las vidas de las aves, anfibios y algunos insectos entre otros, pero esa es otra historia).
    ¡Pero bueno! ¿Nos pones ya la música o no?
    Hoy, para empezar, quiero hablaros de Chiwoniso Maraire (1976-2013). Compositora, cantante y virtuosa del mbira (según la zona, también llamado kalimba, culimba, malimba, likembe, sanzula, sanza...). Llama la atención que Chiwoniso tocase el mbira, cuando tradicionalmente se trata de un instrumento que solo podían tocar los hombres. Natural de Zimbabue, aunque nacida en el estado de Washington, luchó por crear conciencia social y denunciar la brutalidad policial.
Chiwoniso en concierto. Fotografía de Roel Jorna.
    Su álbum debut, Ancient voices (Voces antiguas), de 1998, fue aclamado por Radio France y nominado a los Premios Kora (entrega anual de premios a éxitos de música subsahariana). También compuso y participó en bandas sonoras de películas y documentales. Fue miembro crucial del grupo de mujeres Women's voice.
    ¡Que venga la música ya!
    Para este post, he elegido un directo (la versión del álbum también está bien, disponible en Spotify) de mi canción favorita suya, Wakashinga. Que lo disfrutéis.

       

domingo, 23 de febrero de 2014

Una becada o chocha perdiz (Scolopax rusticola)

Chocha perdiz (Scolopax rusticola). Una de las que observé el otro día en South Landing (Flamborough).
Acuarela sobre papel, 24 x 32 cm.

jueves, 20 de febrero de 2014

Naturaleza de Flamborough Head

    En la costa noreste de Yoskshire del Este, poco antes de la frontera con Yorkshire del Norte, el Cabo Flamborough (se pronuncia "flambrua") destaca brillante irguiéndose hacia la lejana Dinamarca. La blanca caliza de Creta, común en esta zona de la costa, reluce bajo los rayos del sol invernal, que se cuelan entre las nubes.
Flamborough Head. 
1: Danes Dyke
2: South Landing
    El Cabo Flamborough incluye diversos tipos de hábitat, desde acantilados y costas pedregosas repletas de guijarros del tamaño de huevos de triceratops, hasta bosquecillos atlánticos y vallejos húmedos y sombríos.

1. Danes Dyke ("El dique de los daneses")
    Declarado Reserva Natural en 2002, Danes Dyke engloba un bosque bien conservado que crece en torno a un complejo de diques y terraplenes alrededor de un pequeño valle. En principio se pensaba que los diques habían sido construidos por invasores daneses, sin embargo, investigaciones recientes lo han relacionado con la Edad del Bronce. Desde luego, es innegable que el complejo tuvo un carácter defensivo y se cree que fue utilizado hasta principios de la época vikinga (dominio anglosajón), hacia el siglo X.        
     Alrededor del valle, el bosque, en ocasiones denso, lo cubre todo, y un pequeño riachuelo, que ha estado seco alguna vez. De lo primero que se da cuenta uno al entrar en la zona es de la cantidad de helechos lengua de ciervo (Asplenium scolopendrium). Estando acostumbrados a observar este pteridófito creciendo de forma epífita en pleno centro de Hull o incluso en la universidad, en grietas de paredes, nos sorprendió verlo directamente en el suelo. Al contar con más espacio para extender sus rizomas, las frondes de las lenguas de ciervo alcanzan un tamaño espectacular, de más de 60 centímetros de longitud. 
Lengua de ciervo (Asplenium scolopendrium).
Izquierda, aspecto general de varias plantas. La disposición de las frondes, no divididas y el color verde intenso lo hacen fácilmente identificable.  
En la imagen de la derecha se observan los soros en el envés, paralelos entre sí y oblicuos al eje central de la fronde. La luz que atravesaba las frondes de este individuo ayudan a apreciar los soros. 
     En la visita que hicimos hace unos días, encontramos tres especies de helecho: de más abundante a menos fácil de ver, la lengua de ciervo (Asplenium scolopendrium), el helecho macho (Dryopteris filix-mas) y la escasa helecha (Polystichum setiferum).
Aspecto general del helecho macho (Dryopteris filix-mas).
    En lo que se refiere al grupo de las gimnospermas, aparecen en la zona los omnipresentes tejos (Taxus baccata) y el pino albar (Pinus sylvestris), e incluso algunos ejemplares de tamaño considerable de pehuén (Araucaria araucana), plantados cerca de la zona de aparcamiento. Los árboles (no gimnospermas), casi todos caducifolios, excepto el acebo (Ilex aquifolium) representan claramente el bosque atlántico. Entre otros, pude distinguir algunos robles comunes (Quercus robur), fresnos comunes (Fraxinus excelsior), hayas (Fagus sylvatica)... Tendréis que esperar unos meses para ver fotos de estas especies con hojas. Es lo malo de visitar bosques de planifolios en invierno.
Perfil de vegetación en Danes Dyke. 1. Asplenium scolopendrium, 2. Dryopteris filix-mas, 3. Sambucus nigra,
4. Primula vulgaris, 5. Crataegus monogyna, 6. Fagus sylvatica, 7. Galanthus sp./Leucojum sp.,
8. Ulmus glabra, 9. Ilex aquifolium, 10. Pinus sylvestris, 11. Ulex europaeus, 12. Taxus baccata.
    El viento movía las ramas de los árboles con fuerza y genio, haciéndolas crujir y chocar unas contra otras en lo alto, mientras las gotas acumuladas en el dosel invernal durante los días de lluvia seguían regando la hojarasca, entre la que, ¡cómo no!, florecían las campanillas de invierno (Galanthus nivalis). Allí, recostados en el suelo y apuntando con una cámara de aspecto sofisticado, dos personas "de aspecto naturalístico" fotografiaban los dibujos de sombra que la luz pintaba en el bosque, sobre las campanillas de invierno. Al pasar cerca, nos miraron sonriendo y saludaron alegres. Se ve que nos identificaron como iguales, por lo de andar armados de prismáticos colgando del cuello y eso.
Los que hayáis leído la entrada anterior a esta (y si entendéis de rangos de distribuciones de bulbosas europeas), ya sabréis que las florecitas de la fotografía, los copos de nieve o campanillas (Galanthus nivalis) tan bonitas e invernales, son alóctonas en Gran Bretaña, aunque quien visite un campo inglés en esta época del año, difícilmente podría creerlo. Son tan prolíficos y se extienden y florecen tanto, 
que parecen haber estado aquí toda la vida.
    Según un cartel que había por allí, la multa por recolección de plantas o animales podía llegar a las (atención) cincuenta mil libras esterlinas, así que decidimos no coger ningún espécimen, aunque fueran solo frondes del abundantísimo A. scolopendrium, y no hiriéramos de muerte a la planta, por si las moscas... 
    El único día que he visitado Danes Dyke, el viento era tan exagerado que observamos poco ajetreo zoológico. Danes Dyke desemboca en una playa, y al salir de la zona boscosa y exponernos a los vientos meridionales, casi salimos volando, con lo cual decidimos investigar la foresta y dejar la costa para otro día. Pocos cantos oímos, sólo algún petirrojo y los páridos, como el herrerillo común (Cyanistes caeruleus).
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus). Parecía ser el único pájaro existente en el lugar, aparte de los mirlos.
Solo se les oía reclamar a ellos.
     De Danes Dyke me llevé un recuerdo bastante desagradable en forma de un restregón de barro en la parte trasera de mi abrigo y un entumecimiento en la pata izquierda, debido todo ello a un resbalón que me pegué al bajar una ladera para observar un helecho. El suelo del bosque estaba tan empantanado que era imposible no resbalar, llevases las botas que llevases. Este fue el primero de los dos golpetazos que me he metido en todo el cabo Flamborough (el segundo fue en South Landing y dolió más).

2. South Landing
   Una cala tranquila, plateada. La marea atlántica está baja. Las aguas alejadas del Mar del Norte enseñan pequeños charcos con moluscos y algas nórdicas que viven en la zona intermareal.
Flamborough Head desde South Landing.
Es precioso, pero con esos pedrolos gigantes no hay quien se pasee por ahí...
    Lo que más me llamó la atención al salir de otra de las vaguadas cubiertas de helechos y árboles bajos que llevan a South Landing, acompañado de África, de Bug Blog, y Robert, de I've never killed a pipit, fue la cantidad de guijarros blancos, del tamaño de huevos de hadrosaurio, muchos perforados por barrenas (Pholas dactylus), que poblaban la playa. La marea baja dejaba ver algunas plataformas rocosas oscuras, cubiertas de campos ingentes de algas pardas. En la parte arenosa, la zona más cercana al agua, algunos ostreros euroasiáticos (Haematopus ostralegus) y zarapitos, y algún gavión atlántico (Larus marinus) inmaduro, picoteaban el suelo, entretenidos. Como buenos naturalistas, y cargados de cámaras, prismáticos y redes para comportarnos como pelícanos, intentando capturar pececillos o marisco atrapado en las rockpools, fuimos atravesando la alfombra de sargazos vejigosos (Fucus vesiculosus), cuyas vesículas explotaban al caminar sobre ellas, creando un soniquete de pequeñas explosiones bajo nuestros pies junto al ruido de las olas. Estas vesículas, rellenas de aire, les ayudan a erguirse cuando el agua del mar las cubre. De vez en cuando, aparecía un alga más grande, la Laminaria, inconfundible por su aspecto de mano parda gigante y por poseer tres partes claramente observables (rizoides, cauloide y filoide). Observamos dos especies, L. digitata y L. saccharina. Todas estas algas están acostumbradas a aguantar horas de sequedad e insolación cuando la marea baja. 
Detalle de las vesículas de Fucus vesiculosus.
     Las playas rocosas ofrecen más biodiversidad "visible" que las playas arenosas. Entre los intersticios de las rocas se guarecían lapas enormes de la especie Patella vulgata. En Danes Dyke,  encontramos una concha de lapa bastante grande en medio del bosque, tal vez traída por alguna gaviota que la dejó caer sobre la zona. Estas lapas me sorprendieron tanto que no pude evitar compararlas con una moneda de 20 céntimos, que es lo primero que me encontré en el bolsillo. Podía haber puesto una libra, pero a lo mejor no sabéis qué tamaño tienen exactamente, así que puse 20 céntimos de euro para comparar.
¿Lapas? ¡Qué c**o! ¡LAPONES!
     Mientras Robert se lo pasaba bien metiendo la red en charcos, África y yo divisamos un ave blanca de aspecto fulmaroide volando en una zona cercana a los riscos que sobresalían sobre la playa a unos 100 metros de distancia. Allí nos dirigíamos cuando la humedad de las rocas y los viscosos talos de las algas hicieron resbalar mi bota que contenía mi pie y por ende, mi cuerpo entero. 60 kilogramos de tortazo contra las frías rocas de la costa del Mar del Norte. Ay, qué dolor. Pero me levanté con ganas, porque había un pálido animal planeando más allá y quería verlo. De vez en cuando nos parábamos, porque entre el ave blanca y nosotros, en una cornisa del acantilado, había un ave que "de lejos parecía un halcón peregrino". Luego resultó ser una paloma zurita (Columba oenas). Sobre los riscos, un cernícalo vulgar se cernía en busca de presas. Alrededor, revoloteaban bisbitas costeros (Anthus petrosus). Nos dimos la vuelta, para mirar a Robert, que exclamó algo, y un fulmar boreal (Fulmarus glacialis) lo sobrevoló volviendo desde el Norte, acercándose a los blanquecinos riscos de nuestra espalda a toda velocidad. Allí le esperaban más fulmares. Eran mis primeros fulmares.
Vida de la costa británica.
Pareja de fulmares. Estos animales en tierra son bastante torpes, están hechos para nadar y volar.
Fotografía tomada y cedida muy amablemente por África Gómez.
     Tras admirar durante largo rato a los fulmares, decidimos volver antes de que la marea siguiera subiendo. Un último vistazo al horizonte, nos hizo descubrir varias cosas. En primer lugar, una figura negra que flotaba a varios kilómetros de distancia y que, según Robert y África, era una verdadera foca gris (Halichoerus gryphus). Después, más cerca de nosotros, en una cala, un bonito cormorán grande (Phalacrocorax carbo) con plumaje reproductor incipiente. Seguido del cormorán, que se fue volando después de varias zambullidas, otra ave flotante nos hizo ponernos en lo mejor: un colimbo, sin duda. ¿Pero cuál? Es posible que fuera un colimbo chico (Gavia stellata), a juzgar por la posición del pico. Si al menos se hubiese acercado un poquito más a la costa... A pesar de todo, no decidí contarlo como un bimbo, por no haber estado seguros al 100%. Después de un rato, lo que parecía una foca gris no lo era, era una bolsa negra flotante con forma de cabeza de pinnípedo.
Con todos los bártulos.
     Dejamos atrás la playa y volvimos por el pequeño valle por el que habíamos bajado, hacia una zona arbolada en torno a un arroyo encajonado entre dos laderas. Allí había más pajareros, que se entretenían mirando algo. África y yo miramos y descubrimos un reyezuelo sencillo (Regulus regulus) que jugueteaba en las ramas. Robert se había quedado hablando con uno de los pajareros, que le estaba comentando que en una zona más baja habían visto ni más ni menos que tres ejemplares de chocha perdiz o becada (Scolopax rusticola). Para mí fue una delicia, porque siempre las he visto volando y he llegado a verlas bien, pero aquellas estaban descansando entre matas de helechos y el espinoso tojo, y pudimos mirarlas hasta que nos cansamos. La chocha perdiz es residente en Gran Bretaña, con núcleos estivales en Escocia y grupos invernantes en el Suroeste.
Chocha perdiz. Desde lejos, nos fue bastante difícil encontrarla, si no hubiera sido por un amable ornitólogo que pasaba por allí, que nos indicó dónde se escondía. Esta foto también es de África.
    Cuando decidimos continuar nuestro paseo por el bosque que recubre la zona, encontramos, en las grietas de la corteza de un enorme árbol, grupos de caracoles apelotonados, seguramente para pasar el invierno.
El árbol donde se habían agrupado para pasar el invierno cantidad de caracoles
como
Cornu aspersum y algún Cepaea.
En algunas zonas del bosquecillo, el suelo estaba tapizado por hojas nuevas de la apiácea Smyrnium olusatrum
    La jornada de paseo por South Landing acabó con la observación de más paseriformes de bosque, incluyendo un rápido zorzal alirrojo (Turdus iliacus) y un agateador norteño (Certhia familiaris), que me costó ver, otro bimbo. Finalmente, al subir a la parte alta del cabo, un último vistazo al mar sí nos regaló un macho de foca gris (esta vez, de verdad).
Un dibujillo rápido de una foca gris y las dos Laminarias que vimos.

     Flamborough Head es un lugar impresionante y esto solo es en invierno. Pronto, empezarán a volver las gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla), los araos (Uria aalge) y alcas (Alca torda) para anidar en los acantilados de Bempton, en la ladera norte del cabo. Ya os contaré cuando vaya.

sábado, 8 de febrero de 2014

Sewerby Hall and Gardens en invierno

    Ayer aprovechamos que hizo un sol espléndido en toda la costa de East Yorkshire volvimos a Sewerby Hall and Gardens, en Bridlington, donde las famosas araucarias que visteis hace unos meses en este blog
    Lo primero que nos encontramos al llegar fue una alfombra de plantas bulbosas en plena floración que crecían en parterres y terrenos ajardinados. Las primeras flores en aparecer en esta zona del mundo son los "snowdrops" (Galanthus nivalis), acompañados de los rizomatosos acónitos de invierno (Eranthis), todas ellas en invierno, seguidas por los narcisos, tulipanes y jacintos.
Flower power
     Las campanillas de invierno (Galanthus nivalis) son una especie introducida en Gran Bretaña, pero se naturalizan muy fácilmente y en seguida se extienden, con lo cual pueden parecer autóctonas, aunque lo cierto es que llevan aquí al menos cinco siglos (según algunos autores, milenios). Ya os relataré en otra entrada lo difícil que es identificarlos a veces, porque hay varias especies.
    En este jardín al borde de la costa este británica, se cultivan diversas especies arbóreas, incluso encinas de bellota amarga (Quercus ilex subsp. ilex)
Ejemplares enormes de encina. A esta subespecie (según algunos autores, se trata de una especie diferente a la encina de bellotas comestibles) le gustan los lugares húmedos y sus hojas son lauroides. A los ingleses les gustan mucho.
     Yo quería volver a ver las enormes araucarias, así que nos acercamos corriendo. Por suerte, esta vez contaba con mi cámara, lo que me permitió tomar fotos de mayor detalle. Incluso vimos que algunos ejemplares estaban desarrollando conos, que en unos meses habrán crecido lo suficiente y empezarán a caer (¡protejan sus cabezas!). Cada cono de araucaria puede llegar a pesar 8 kg. y una caída de un pedrusco así desde unos 50 m de altura tiene sus peligros. La verdad, pensamos, un estrobilaco de Araucaria araucana debe quedar genial en un herbario.
Araucaria araucana. Detalle de parte de la copa.
   Tras pasear cerca de las araucarias, tocarlas y observar los pliegues de sus cortezas, nos dirigimos a una zona de umbría donde crecían acebos (Ilex aquifolium) y tejos (Taxus baccata). Allí parloteaban y piaban aves forestales, sobre todo páridos, petirrojos y algún osado acentor, que se dejó ver bastante bien. Los herrerillos y carboneros comunes parecen estar domesticados, pues en cuanto oyen ruido se acercan a mirar. También se veían córvidos y ardillas grises (Sciurus carolinensis).
Acentor común (Prunella modularis). En inglés se dice "Dunnock".
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus). En inglés se dice "Blue Tit".
Urraca (Pica pica)
Corneja negra (Corvus corone). Los ingleses la llaman "Carrion Crow".
    Hay un jardín rodeado de muros, con parterres dispuestos geométricamente y de forma levemente laberíntica, que cuenta con una especie de helecho bastante común en la zona, la lengua de ciervo (Phyllitis scolopendrium o Asplenium scolopendrium). Ignoro si los que hay son plantados y posteriormente naturalizados. Su vistosidad lo convierte en uno de los helechos preferidos por los jardineros ingleses, además, es autóctono.
En este Phyllitis scolopendrium se aprecia la distribución de los soros, paralelos entre sí y oblicuos al nervio central.
     Cerca de los helechos habían plantado ruscos (Ruscus aculeatus). También en Gran Bretaña es autóctono y muy apreciado en jardinería. El nombre anglosajón se traduce como "escoba de carnicero", tal vez porque antiguamente se utilizaban los tallos secos para fabricar escobas un tanto rudimentarias.
Rusco (Ruscus aculeatus) o "Butcher's Broom".

    Ya de vuelta, en un establo de llamas (sí, llamas, a la orilla del Mar del Norte) y ponies, vi una corneja leucística. Por desgracia, la luz era escasa y la foto salió borrosa, pero aquí la dejo para que le echéis un vistazo.
No os metáis con él por ser diferente.
    Los jardines y parques ingleses, sobre todo los que proceden de "gente bien", siempre están a la última en cultivares y variedades de todas las plantas posibles. Sewerby Hall and Gardens no es la excepción. En parterres, por todos lados, crecían margaritas, crisantemos, prímulas y los primeros capullos de narcisos y brotes de jacintos. Por desgracia, el viento nos entonteció un poco y no aprovechamos al máximo. Teníamos frío y los ojos nublados, así que continuamos hasta un vivero a las afueras de Bridlington, donde un té y una tarta nos animaron un poco.
Florecicas de jardín. No sé qué son.
    Los viveros ingleses no suelen ser viveros como los que encontramos en España. Aquí, aparte de la zona de venta de plantas, hay cafetería, juguetería y tienda de regalos y tarjetas todo en uno. En la zona de plantas encontré tres especies del mismo género (Primula veris, P. elatior y P. vulgaris) que no dudé en comprar (¡faltaría menos!). Las tres especies son autóctonas en las Islas Británicas y crecen en bosques y setos de forma silvestre. La menos común es Primula elatior, que aparece en el este de Inglaterra, aunque se está extendiendo por toda la Isla, en dirección N y O.