martes, 26 de abril de 2011

Habitante del bosque mediterráneo

    La lata de refresco es un ser común en el bosque, especialmente en el Cerro de San Cristóbal, en Chinchilla de Montearagón. Se trata de un ser metálico fuera de su hogar que es abandonado por las incautas manos humanas cuando deja de cumplir su función: refrescar y aportar una cantidad mediana de líquido burbujeante.
    Una lata fuera del frigorífico o la papelera es un ser vergonzoso, que queda a merced del azote de los vientos salvajes. En ocasiones, algunas de estas latas son recogidas por personas preocupadas por el medio ambiente y son llevadas a puntos de reciclaje o almacenaje. Generalmente, el destino de las latas de refresco es otro. Las latas de refresco, como se ha dicho, son seres metálicos. Tras ser abandonadas, normalmente, se vuelven salvajes e incluso se aproximan peligrosamente a otros seres, pero seres vivos, como el tomillo de una acequia al que se acercó esa lata de Coca-Cola de la foto, creando de este modo un claro impacto visual. El destino final de una lata de refresco olvidada en el monte es la oxidación y... ya no sé qué llega a ser de ellas. La lata de refresco es uno más de los innumerables desperdicios del humano maleducado y simple. Existen lugares naturales en los que la lata de refresco se codea con cajas de cigarrillos, zapatillas, bolsas de plástico de incontables contenidos, cajas de cartón, papeles, condones, y la gran amiga de la lata: la botella de cerveza, que, como se sabe, causa estragos al atravesarla la luz solar. Lo malo es que ni tan siquiera un monstruoso incendio forestal, que lame con sus innumerables lenguas ardientes centenares (por no decir millones) de árboles, segándoles la vida y amenazando vidas -incluso humanas-, ni siquiera eso convence al humano incauto para que no lance MIERDA al bosque.


lunes, 25 de abril de 2011

Paseo en el bosque de las arañas

    Siempre es agradable salir al monte en días de lluvia, con cuidado, claro. Hacía semanas y semanas que no caminaba por allí y, qué queréis que os diga: lo echaba de menos, pues para mí no hay placer como el de sentir el aroma y el frescor de los pinos, la pureza del aire y la tierra viva bajo mis pies. Una lluvia a tiempo nunca es mala, y en el bosque se podía notar el rejuvenecimiento primaveral propio del mes de abril. Las retamas están a punto de florecer y llenarán la atmósfera de ese perfume mediterráneo que me encanta. Todo brota una vez más. Y es que la primavera es una promesa, la promesa del retorno, de la resurrección, si se me permite la expresión.
    Ayer decidí caminar por zonas del bosque por donde no suelo ir. En pocas palabras, no seguí el sendero, lo que explica que me metiera por zonas de las que me era difícil bajar (al principio tenía gracia) y consiguiera ver paisajes manchegos impresionantes, con todos los cultivos verdes, las oscuras encinas como fortalezas elevándose a los cielos y los rojizos caminos que llevan a quién sabe dónde.
    En el suelo del bosque, sobre el manto de agujas de pino, pude ver varias arañas:
Como esta pisaura que descansaba en una mata de Lithodora fruticosa.






















 
O este macho de otra araña (?) que se encontraba en la misma mata de Lithodora fruticosa. No sé qué especie es. ¿Acaso era casualidad que estuviesen las dos arañas en el mismo lugar? No lo sé. ¡Ah! Si alguien tiene idea de a qué especie pertenece, ya sabe, que lo diga.

























    Me di cuenta de que, conforme caminaba, veía (y oía) decenas de moscas atrapadas en telarañas muy cercanas al suelo. Al notar mi presencia, los dípteros revoloteaban y lo único que conseguían era enredarse más y más en los pegajosos hilos. Ello me llamó mucho la atención, porque había muchísimas telarañas y de diferentes especies. Siempre es bueno que haya variedad.  Una de las fotos que tomé fue la de abajo, a ver si conseguís ver al depredador:
En foto no cuesta, pero en la vida real, bajo la sombra de los pinos, no se notaba que estuviera ahí. Porque... vosotros la veis, ¿verdad?

    La humedad y el sol primaverales ha hecho germinar muchas plantas y, entre ellas, las Ophrys, pequeñas orquídeas que por aquí abundan bastante. 
    Estas plantas son curiosas porque poseen un tubérculo que permanece repleto de nutrientes y agua en otoño e invierno, y al llegar la primavera (o el otoño), desarrolla tallos aéreos, con las flores que se ven en la foto de la izquierda. Con el calor del verano, estos tallos se secan y el tubérculo desarrolla hojas bajas y carnosas, preparándose así las energías de la planta para la formación de otro tubérculo. A la primavera siguiente, el tubérculo viejo está prácticamente agotado y se desarrolla un nuevo tallo gracias a las reservas del nuevo. Sin embargo, parece ser que no florecen todos los años, será porque tienen que acumular suficientes energías para facilitar la floración...
   

domingo, 10 de abril de 2011

El zorro muerto

Hoy está el cielo azul y el sol brilla con fuerza, las amapolas se abren como con vergüenza, y las aves llenan la brisa de sutiles cantos primaverales. Pero hay un deje de tristeza en La Mancha, porque esta mañana, había un zorro muerto a un lado de la carretera. Estaba inmóvil y con los ojos cerrados, la cabeza hundida en una mata de tomillo, aspirando un olor eterno, el olor de la muerte imprevista, y el aire hacía bailar su mata de pelo dorado de la cola. El raposo, muerto para siempre, inerte como un peluche naranja. Incluso en la voz de los pájaros se percibe esa nostalgia por la vida de otro ser del bosque. No le dio tiempo a apartarse, se quedó inmóvil o calculó mal el tiempo para cruzar la calzada. Nunca lo sabremos. Las patas de terciopelo negro están encogidas debajo de su cuerpecillo de acero, como si durmiera dulcemente, y las orejas, como aleteando, parecen moverse en no sé qué bailoteo de alegría. Pero este zorro ya no se alegrará más. Porque lo han matado y nadie puede traerlo de vuelta. Ya no correrá tras de las perdices, ni olisqueará al erizo, ni chillará de impotencia porque no puede atrapar al lirón que corrió tras el tronco.

Las aves, con tristeza, se alejan en el horizonte.

martes, 5 de abril de 2011

Precisa y clara, ¡primavera castellana!

Quería hacer una rima con el título del post, ¿se ha notao?
¿A quién no le gusta la primavera? La primavera es lo mejor, sin duda, seguida muy de cerca por el verano, en la lista de las mejores cosas del mundo.

Hace pocos días que los plátanos híbridos están brotando, así que esta mañana he cogido la cámara y me he puesto a disparar por la ciudad, por el Campus, cerca del instituto, y a las afueras. ¡Disfrutad de los colores que aparecen cuando hace sol! Hoy no tengo mucho que contar, pero varias imágenes valen más que mil palabras. Paqueveáis.
Saúco que he descubierto por ahí, en los jardines del Campus de la UCLM de Albacete. Grande, ¿verdad?
Himenóptero sobre flor de Diente de león (Taraxacum officinale)
Hojas recién salidas de Castaño de Indias (Aesculus hippocastanum). Había una araña patilarga en el envés de un foliolo, a ver quién la ve.
Hojas de plátano (Platanus x hispanica)
Durillo (Viburnum tinus) repleto de flores
Mirlo (Turdus merula) en busca de lombrices
Amapola (Papaver rhoeas)
¡Más hojicas de plátano!