viernes, 22 de febrero de 2019

Cumbres borrascosas

Chinchilla inmortal.
    Anoche soñé que la sierra de Chinchilla era un enorme peine de roca caliza que raspaba las nubes. Como las púas de este gigantesco peine estaban algo curvadas hacia el noroeste, había zonas que casi no recibían luz solar e incluso en el tórrido verano se mantenían muy húmedas debido, también, a los numerosos arroyos que bajaban desde las cumbres, a cientos de metros de altura. En esos vallejos, se acumulaban plantas propias de otras latitudes más frías y húmedas, algo parecido a lo que ocurre en el nacimiento del río Mundo. Helechos llamativos, acebos y robles se codeaban con encinas y pinos carrascos, había incluso aves y mamíferos del bosque boreal. Por supuesto, la realidad es otra, pero no menos interesante por supuesto: tenemos que contentarnos con la presencia puntual de plantitas que necesitan más humedad en grietas sombrías en las cumbres, no tan altas, de las colinas, rodeadas de espartos y romeros. No digo que sea una realidad peor, sino diferente. A menudo encontramos a personas (muchas) que desprecian romerales y espartales solo por no ser tan verdes como un bosque atlántico. Por supuesto que un bosque caducifolio húmedo es agradable de explorar y pasear, en busca de especies típicas de estas zonas, pero la innumerable cantidad de especies de plantas, artrópodos, aves, reptiles e invertebrados en general que podemos ver en una zona más árida del mediterráneo también merecen un reconocimiento tradicionalmente negado entre el público, que clasifica los espartales y romerales como "secarrales".
    A lo que iba: hace unos días estuve curioseando en la parte más alta de una colina en Chinchilla, en busca de líquenes sobre todo, pero también de insectos y, por qué no decirlo, algún pteridófito. Y hubo buenos resultados. En una grieta, que podría ser un canal de uno de esos peines gigantes de mi sueño, pero infinitamente más pequeño, se palpaba el frescor en la roca, donde nacían decenas de helechos de dos especies: la doradilla (Ceterach officinarum) y la ruda de los muros (Asplenium ruta-muraria). En otra raja de la mole, vertical en este caso, crecían muchos más. Los líquenes encuentran también en estas rocas un buen sitio donde medrar, así como algunas plantas, como el carraspique (Iberis ciliata), que ya empezaba a florecer el otro día.
    Creo que fue a raíz de este pequeño encuentro que mi mente se montó una fantasía cósmica y me ha hecho soñar con realidades imaginarias.
La doradilla es un helecho que se llama así por el color que adopta el envés de sus frondes,
donde se encuentran los soros (donde están las esporas).
El líquen negro crestado (Lathagrium cristatum) creciendo de forma característica. Como el simbionte del hongo es Nostoc (una cianobacteria que también forma estructuras gelatinosas en el suelo del monte cuando llueve, llamadas tradicionalmente "mierda de bruja"), cuando se hidrata adquiere un aspecto gelatinoso como de un alga. 

1 comentario:

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