viernes, 9 de diciembre de 2011

El encuentro

Estaban demasiado cerca de mí. Conseguí extender el zoom hasta la cabeza de un individuo cercano, tras una hilera de espartos. Habría como unas siete. Las más cercanas no dejaban de mirarme, nerviosas. Al rato, debieron de pensar que yo no suponía un peligro y varias siguieron caminando y otras miraban hacia otro lado. Había una hembra, sin embargo, que no me quitaba ojo, y la notaba nerviosa. Notaba sus ojos ámbar clavados en mí, perturbados. La miré. De repente, emitió un sonido que me atravesó, ¡¡PSÍÍÍÍUH!! como una especie de silbido venido de las entrañas de las cumbres mediterráneas, gobernadas por la hembra cabría. Era una advertencia. "Es hora de irme", pensé, pero yo no quería irme, aunque continué el camino. Luego, más adelante, pude observar otra vez al grupo desde otra zona más alta. Estaban tranquilas, silenciosas, ramoneaban. Descendí unos metros por la ladera, para acercarme más a ellas, bajo las copas de los pinos, a la sombra del atardecer. Todavía no me veían, pero me escurrí y una de ellas levantó la cabeza. Creo que me vieron, pero yo silbé como lo había hecho la hembra para advertirme de que no me acercara más. Al oír el silbido, varias levantaron las recias cabezas, algo torcidas, coronadas con la ancestral cuerna ibérica. Seguí sentado en una roca, casi petrificado por la presencia de aquellos seres, con la cámara con el zoom al máximo en una mano y con los prismáticos en la otra. Gracias a estos últimos pude observarlas con mayor detenimiento, sobre todo a las que cada vez estaban más lejos. Yo no me esperaba una aparición así en un lugar como aquel, pero allí estaban. Las observé durante un rato más, seguían descendiendo, se paraban a pastar y después seguían. El cabritillo no se separaba de la madre, que era de color beige y tenía la mirada típica de las cabras, la mirada ocre y horizontal, salvaje y ausente, de quien ha atravesado las cárcavas y los cerros ibéricos para criar a aquel cabritillo. Había un macho joven que permanecía con la mirada fija en el cielo que se teñía de oro por las últimas luces del día. De repente, un pequeño grupo de pájaros sobrevoló los pinos y levanté la mirada. Fue una milésima de segundo, pero volví a mirar y ya no estaban. Como el humo, se habían ido, me habían dejado con un leve sentimiento de soledad y una alegría infinita, capaz de hacerme ignorar los comentarios de aquellos que piensan que ver una cabra montés en el monte es una vivencia de lo más normal del mundo.

"tenía la mirada típica de las cabras, la mirada ocre y horizontal, salvaje y ausente, de quien ha atravesado las cárcavas y los cerros ibéricos"


10 comentarios:

  1. Que bonitos son esos momentos que te encuentras un animal, que para nada lo esperabas, y se deja observar relativamente cerca y durante un buen ratejo.
    Buenas fotografías. Un saludo!

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  2. Buenas Guillermo, ¿donde ocurrieron los hechos?

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  3. Suerte tuviste al encontrarte con las cabras y que pudieras fotografiarlas.
    Un saludo.

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  4. Afortunado encuentro, ya me habría gustado,ya.
    Un saludo.

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  5. *Valverde: la verdad es que sí, tuve mucha suerte, sobre todo porque para nada me lo esperaba, y las tuve bien cerquita. Ya ves que la hembra más grande me pegó un silbido que me descompuso. Un saludo.

    *Muchas gracias, tejón, seguro que por ahí también hay algún bichillo guay para tener un buen encuentro con él. Saludos.

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  6. Estupendo encuentro y estupenda narración mientras la leía me parecía encontrarme escondido entre los espartos. Saludos.

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  7. Imagino tu emoción, cámara, prismáticos, prisa, rezos para que no se vayan... Qué interesante encuentro!
    Y qué buenas fotos, dadas las circunstancias!
    (Me hubiera gustado oirte "silbarles" a las cabras)
    Un abrazo.

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  8. Qué cerquita. Yo las veo a menudo, pero no son tan confiadas como las tuyas ;) El otro día estuve viendo a 3 cabritillos jugar en el borde del abismo. Impresionante. No tienen vertigo ;))))) Hace mucha ilusión encontrárselas, sí.

    Bonita entrada. Bss!

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  9. Cuánto valoro entradas como esta, Guillermo. Sí, eran cabras y hembras, pero, eran unos seres vivos aportándote un momento de placer emocional que tú mismo valoraste grandilocuentemente. En efecto, también forman parte de la fauna ibérica y además, en un momento dado, pueden sorprender con alguna actitud desconocida. Yo siempre sueño con esas observaciones extras con las que llegar a casa cargado de más sabiduría.
    Guillermo, me gustan tus andanzas; no dejes, ni permitas, perder esa curiosidad por la que vives y que te hacen exclusivo.

    Un abrazo.

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