domingo, 11 de septiembre de 2016

DE LA ENTRADA QUE TUVO EL SAÚCO EN MADRID Y SU EMOTIVO VIAJE A ALCALÁ DE HENARES

"[...] Desde la esquina de esa tapia, ya se ve Madrid. [...] La ciudad era morada. Huía en un fondo de humo gris. Tendida en el suelo contra un cielo bajo, era una inmensa piel con el lomo erizado de escamas cúbicas, de rojas, cuadradas lentejuelas de cristal que vibraban espejando el poniente, con láminas finísimas de cobre batido. Yacía y respiraba. [...] La ciudad era morada, pero también podía verse rosa. Todas las casas tenían vueltos sus ojos al crepúsculo. Sus caras eran crudas, sin pinturas ni afeites. Pestañeaban los aleros. Apoyaban sus barbillas las unas en los hombros de las otras, escalonándose como una estantería. Alguna cerraba sus ojos para dormir. Y se quedaba con la luz en el rostro y una sonrisa a flor de labios. [...]"

Industrias y andanzas de Alfanhuí, Rafael Sánchez Ferlosio

    Entraba el tren en Madrid, que se venía anunciando desde hacía rato, desde antes de cruzar el horizonte, con su boina gris de humo como un hongo reseco tendido en la llanura. Con su traque-traque-traque, el tren entraba en la villa, con parsimonia, en la estación de Atocha. Atocha es otra palabra para decir esparto (Stipa tenacissima). 
    Por la tarde, fuimos a Alcalá de Henares. Sus torres con tejado de pizarra, con sombreros de nido de cigüeñas pero sin cigüeñas, auguraban un alegre paseo por las calles de esta ciudad de la cuenca del Henares. El Henares es un río terroso que baja por las tierras oscuras y viene de las oscuras montañas. Está hecho con las sobras de las nubes olvidadas por los vericuetos de la serranía. En el centro de la plaza grande, está Don Miguel, con su curva pluma en la mano, esperando poder bajarse algún día del gran pedestal. 
Alcalá de Henares
    Me quedé solo en la plaza unos minutos, mirándole. Él también me miraba, pero con la vista perdida, opaca y profunda a la vez, llena de una nostalgia y agradecimiento al reconocimiento que todos, en cualquier rincón del mundo, le hemos hecho a su obra. Cuatrocientos años después de la muerte de Don Miguel de Cervantes Saavedra, le homenajeamos y recordamos su legado a la Humanidad. Qué honor para mí, poder venir de tierras manchegas a su casa y saludarle.
Miguel de Cervantes Saavedra
    Qué bonita es Alcalá de Henares, cómo paseaba la gente feliz bajo los soportales de la calle Mayor, disfrutando del calor de los últimos días del verano, comiendo polos y comprando regalos. Aprovechamos y entramos en la Universidad de Alcalá: nos paseamos por sus patios, bajo los árboles y en el claustro del rectorado. Et luteam olim marmoream nunc... El Colegio Mayor de San Ildefonso estaba vestido de verde. Los andamios le cubrían la cara y no podemos verle la fachada, pero como la espinita de Madrid que tenía en el alma resultó ser una semilla que empezaba a germinar, pienso que voy a volver y no me preocupo por no poder ver el edificio por fuera tal y como es, sin redes esmeralda.
    Las calles del centro de Alcalá tienen un color especial al atardecer. Se vuelven doradas y hay sombras engañosas. A la catedral-magistral llegan grajillas ruidosas y vienen como trayendo consigo un velo de anochecer. Cerca del Palacio Arzobispal hay una estatua de la reina Isabel la Católica, reina de todos los castellanos. Como ya anochece y el hambre y el sueño empiezan a hacer acto de presencia, dejamos atrás Alcalá de Henares con el ocaso. Volviendo a Madrid, recuerdo un relieve que hay a los pies de Miguel de Cervantes: representa a Don Quijote luchando contra los imaginarios gigantes que son en realidad simples molinos de viento, el capítulo VIII de la Primera Parte: "Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación". 
    Dostoyevski dijo, en Diario de un escritor (1876), del Quijote, lo siguiente: "Si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: «Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?», podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego: «Ésta es mi conclusión sobre la vida y... ¿podríais condenarme por ella?»". Es una frase que pronuncia Amelia Folch cuando llevan al Cervantes real a la Alcalá de 2016 para convencerle de que ha de reescribir el Quijote, en El Ministerio del Tiempo. Con esta visita a Alcalá de Henares, yo puedo decir que mi conclusión sobre la vida, aun inconclusa, ya tiene una nueva idea que añadir a sí misma.
Alcalá de Henares
Universidad de Alcalá
Patio de Santo Tomás de Villanueva, Universidad de Alcalá.
Calle Mayor
Catedral-Magistral de Alcalá de Henares

1 comentario:

  1. ¡Ay, Guillermo, qué ganas me han entrado de visitar Alcalá de Henares, después de leer esta entrada y también de releer las andanzas de Alfanhuí! Me alegro de que disfrutaras de buenos momentos en ese lugar.

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