jueves, 25 de enero de 2018

Tras las huellas de la Naturaleza en Villamalea

    Hay zonas en mi provincia que tienen un pasado geológico la mar de interesante, lo que se traduce en paisajes sorprendentes (a la vista está la entrada anterior). Es, también, el caso de la Cueva de los Ángeles, por donde mi amigo Juan Pablo López Aracil quiso llevarme el pasado lunes 15 de enero. Esta visita fue un regalo que quiso hacerme el bueno de Pablo y lo cierto es que considero que el mero hecho de disfrutar de su compañía y escucharle hablar tanto de la Naturaleza como de la vida en general ya es un regalo de valor incalculable. 
   Bueno, que me pongo ñoño... ¿Por dónde iba?
   La Cueva de los Ángeles está en Villamalea, siendo un lugar bastante conocido en la provincia, un rincón del que había oido hablar (creo que una vez vi un reportaje sobre este lugar en la difunta "TVA"). Atravesando colinas cubiertas de romero, tomillo, pinos y carrascas, llegamos a un lugar que califico de "onírico". Una enorme grieta en la tierra albergaba una pequeña cascada que vertía sus lágrimas interminablemente en un pequeño lago azul, todo ello rodeado de paredes repletas de culantrillos (Adiantum capillus-veneris), musgos verdes de brillos refulgentes bajo las hiedras, amantes de la humedad, y hepáticas. Se me olvida decir que antes de llegar a la Cueva, nos detuvimos primero ante dos enormes quejigos (Quercus faginea) junto a una casa abandonada. En torno a los árboles, había terrazas con granados, olivos y pequeños quejigos cuya procedencia sin duda habría que achacar al par de robles más grande.
Quercus faginea. Parece como si al ejemplar de la izquierda no lo hubieran podado nunca, en cambio, las ramas tan verticales del de la derecha me sugieren que alguna vez llegaron a podarle. El suelo en torno a los dos robles estaba lleno de conchas de Sphincterochila candidissima de todas las edades.
Cueva de los Ángeles.
Paredes de roca viva, con formas curiosas, cubiertas de musgos, hepáticas y helechos (Adiantum capillus-veneris).
Fronde de culantrillo (Adiantum capillus-veneris).
    En el lugar, si uno accede con extrema preocupación, se puede entrar en una estrecha estancia, junto al agua, donde resuena el chapoteo del agua que corre por las paredes que se amplían, como estalagmitas que ya llegaron al techo. Como estaba tan oscuro en el lugar, lancé el flash y la cámara captó la siguiente imagen:
Curiosas formaciones de roca caliza.
    Tras admirar las diversas formaciones geológicas de curiosas formas, cubiertas de musgo, salimos de la enorme grieta en la tierra para continuar por un sendero que la recorre, hacia un pequeño caserío donde solo nos recibieron los rebuznos de un burrito y un gato blanco que nos siguió durante bastante tiempo. Mientras, nos maravillábamos con las especies de flora y fauna que íbamos descubriendo. Por ejemplo, un joven olmo (Ulmus minor) que, aun sin hojas, tenía aún las agallas secas producidas por Eriosoma lanuginosum (id. Pablo López Aracil), o las galerías del coleóptero Scolytus, en un árbol seco. También vimos algún pajarillo, petirrojo (Erithacus rubecula), mito (Aegithalos caudatus) y pinzón vulgar (Fringilla coelebs).
Hepáticas sin identificar.
Galerías de Scolytus. Estos túneles los realizan bajo la corteza, solo cuando ésta cae o la arrancamos podemos observarlos, aunque muchas veces sus efectos en la salud del árbol se observan mucho antes.
Cecidios en los foliolos de un lentisco (Pistacia lentiscus), especie vegetal que empieza a ser más común por esta zona de Albacete, más cercana a la provincia de Valencia, producidos por Aploneura lentisci.
    Como veis, incluso en invierno es posible encontrar rastros animales en el campo, por pocos que sean. Siempre me gusta buscar conchas de moluscos terrestres por algunas zonas y aquí encontré varias especies: Otala sp., Pseudotachea splendida, Sphincterochila candidissima, Rumina decollata y una que no esperaba, aunque es más común de lo que parece: Monacha cartusiana. 
Monacha cartusiana sobre una orquídea abejera Ophrys.
Rumina decollata y Pseudotachea splendida.


    Y los hallazgos no acaban aquí, pues en el camino descubrimos varias huellas de mamíferos, las más interesantes eran de tejón (Meles meles), junto con algunas de cabra montesa (Capra pyrenaica), gato, perro y humano.
Huella de tejón (Meles meles).
Coscoja (Quercus coccifera).
Enorme líquen crustáceo sobre una roca.
    Esto es, más o menos, lo que vimos y disfrutamos, nos llevamos un buen recuerdo de este bello paraje, tanto en la tarjeta de la cámara como en el cuaderno de campo. Después nos dirigimos a Casas de Juan Núñez donde disfrutamos de una buena hamburguesa de "Rambito" (hamburguesas Rambito, cuantas más comes, más te crece el pito).

1 comentario:

  1. Bonito relato del paseo por Villamalea. La lástima es que la Cueva de los Ángeles solo será un recuerdo cuando se seque, y tal y como progresivamente se están secando los manantiales en el valle del Cabriel, por desgracia se prevee en un corto plazo.

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