miércoles, 9 de octubre de 2024

Aves y bayas

Artículo publicado también en el número 348 de la revista "Albacete a mano".

Conforme el verano se aproxima a su fin, maduran en bosques y matorrales espinosos miles de pequeños frutos de atrayentes colores rojizos, anaranjados, morados… El momento perfecto para las aves, que se atiborran de estas golosinas de la naturaleza. Es la época en que se preparan para hacer frente al otoño y al frío invierno, ya sea en nuestras latitudes o más al sur, por lo que la gran producción de frutos coloridos les permite coger fuerzas para emprender una migración de cientos o incluso miles de kilómetros.

No es casualidad que la migración de las aves y la maduración de los frutos suela coincidir en tiempo. Esta sincronización lleva ocurriendo miles de años, gracias a la selección natural que ha forzado a ciertas plantas a producir pequeños frutos de color llamativo, que los pájaros migratorios son capaces de detectar desde lejos, ingerirlos y dispersar las semillas que contiene el fruto lo más lejos posible, aprovechando las migraciones de las aves y la llegada del frío. Diferentes aves como mirlos, zorzales, estorninos, currucas, palomas… consumen con avidez estas pequeñas estructuras reproductivas que contienen las semillas. Rosales, zarzamoras, acebos, majuelos, boneteros, morrioneras, saúcos o endrinos se sirven de las aves para dispersar sus semillas. Así, cuando el pájaro se traga el fruto entero y atraviesa su aparato digestivo, los ácidos van dañando la capa más externa de la semilla. Finalmente, cuando el proceso ha terminado y el pajarillo defeca, la semilla sale prácticamente intacta, pero preparada para empezar a germinar en cuanto note la humedad de la tierra y una temperatura apta para su crecimiento.

Este proceso es tan importante que los lugares donde prosperan estos arbustos, a menudo de hoja caduca, son considerados hábitats de gran importancia para las aves. En el Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, contamos con uno de estos paisajes recreados, el matorral espinoso caducifolio, donde es posible observar de primera mano todo este proceso, desde que los frutos empiezan a madurar, hasta que su semilla acaba germinando de nuevo, tras haber atravesado el tracto digestivo de los pájaros. 

Llegada la primavera, los matorrales espinosos ofrecen también refugio seguro para la nidificación de los pájaros. Las marañas pinchudas protegerán a sus polluelos de los depredadores. Además, las florecillas (las que en otoño se habrán convertido en frutos) atraen miles de insectos que los pájaros adultos capturarán para alimentar a sus crías. 

Así vemos cómo todo en la naturaleza está conectado y hemos de ser conscientes, como sociedad, del valor que tienen los matorrales autóctonos para la biodiversidad y la conservación de la naturaleza en general.  

Crataegus laciniata, espino endémico de las sierras béticas y de otras sierras del noroeste de África. 
Jardín Botánico de Castilla-La Mancha.