martes, 15 de julio de 2014

Voluntariado en Yeste I: un safari nocturno en el jardín

    Finalmente, fui al voluntariado para la reforma y construcción de un cuerpo de agua en la Sierra de Segura albaceteña que formaba parte del Proyecto Amphibia. Nos alejamos en el complejo rural de La Alberquilla, a unos minutos de Yeste, en una zona de colinas de monte bajo de romeros y sabinas y pinares de pino carrasco.
    La primera noche aprovechamos para explorar el entorno de la casa rural y, armados de frontales y linternas y acompañados por niños y padres que también participaban en el voluntariado, buscamos animales nocturnos que surgían de grietas y rincones atraídos por la luz de las farolas. 
    No podíamos imaginar la cantidad de atrópodos que esperaban para posar para nuestras cámaras... Fuera bromas, el primer animal que apareció fue una hembra adulta de empusa (Empusa pennata).. Para mí fue una grata sorpresa, ya que es el primer ejemplar adulto que he podido observar, siempre había encontrado instares sin alas. Como se ve en la fotografía inferior, sabemos que es una hembra por la estructura de las antenas, filiforme, y no plumosa como las de las machos.
Hembra de Empusa pennata.
    Si observáis bien, la empusa está posada sobre una estructura cerámica. Era un trozo de tinaja encajado en el muro sobre el cual estaba situado el farol que atrajo a la empusa. En la boca de la tinaja, que estaba rellena de tierra, encontramos también un terídido muy similar a la Latrodectes o viuda negra, pero no nos dio tiempo a verlo mejor porque justo después de descubrirlo, desapareció en su guarida; alrededor de su tela, cadáveres de decenas de insectos pequeños se acumulaban macabramente.
    Seguimos caminando, alejándonos de las luces hacia un murete de rocas con abundantes resquicios y grietas ideales para más animales pequeños. Otro insecto que encontramos aquí fue un escarabajo de las tinieblas del género Akis, con su típica forma de desplazarse, 'como si estuviera perdido', en busca de algo podrido o muerto que echarse a la boca.
Akis sansi
    Con las luces de los frontales vislumbramos los ojillos de una tarántula de la especie Hogna radiata, que sería de las primeras, pues abundaban muchísimo. También veríamos otras arañas lobo en otras zonas más alejadas del complejo de jardines y casas, pero voy por orden. La abundancia y tamaño de las arañas causó sensación entre los peques.
Hogna radiata
    Otro arácnido que nos detuvimos a contemplar fue el opilión, una criatura de cuerpo minúsculo y de patas infinitas. No pican, pero su aspecto, que recuerda a las arañas patilargas (Pholcus) le acarrea mala reputación. No he podido identificar la especie a la que pertenecen los dos individuos que vimos, aunque me parece poco científico ponerla así, como si nada, pero si sabéis cuál es, os agradecería mucho que me dijerais qué os parece.
Haz click en la imagen para ver mejor la fotografía.
    Del muro pasamos a un área cespitosa con farolas altas y jardincillos. Allí fotografiamos una hermosa hembra de gran grillo verde (Tettigonia viridissima), un grillo de matorral omnívoro.
Un bonito ejemplar de (Tettigonia viridissima) hembra sobre el brazo de Irene. Se observa al final del abdomen el largo oviscapto u ovopositor, una estructura pinchuda que la hembra utiliza para 
perforar el suelo y realizar la puesta.
    Las farolas son un foco de atracción para decenas de insectos que viven en el monte. Incluso en la zona más concurrida por humanos, los insectos no faltaban menos que a las afueras de La Alberquilla. Las pequeñas polillas de la familia Geometridae y algunas polillas penacho (Pterophoridae) se agrupaban revoloteando en nubecillas alrededor de las bombillas.
Chlorissa cloraria
Emmelina monodactyla
Myelois circumvoluta. Imagen de Irene Álvarez.
    En medio de una de las zonas de jardín había un pequeño estanque de turbias aguas azuladas, allí los niños encontraron una Hogna radiata macho flotando, y al apuntarle con el foco de luz, movió las patas temblorosamente, como flotando en el espacio. Con un palo que había encontrado la pequeña Adriana, conseguimos salvarla llevándola a la orilla y colocándola sobre la hierba. 
El macho de Hogna radiata que rescatamos con el palo de Adriana.
    Cuando los niños y sus padres se fueron a dormir y solo quedamos unos cuantos y yo, volvimos en busca de la viuda negra, que todavía no había vuelto a salir, y seguimos caminando por la carretera, internándonos en la oscuridad, en dirección contraria al murete de rocas. Desde la base de los matorrales y en zonas arenosas, pequeños ojos luminosos nos devolvían la mirada. Eran más licósidos, y esta vez la cosa se ponía seria. Empezamos a ver las primeras tarántulas ibéricas (Lycosa hispanica), de cara expresiva e instinto cazador.
Me encanta este bicho. Hembra de Lycosa hispanica.
Otra Lycosa hispanica.
    Vimos decenas de ejemplares, por doquiera que mirásemos, entre los arbustos siempre había un par de ojillos brillantes que se iluminaban con la luz de nuestros frontales. Reconozco que a mí me encanta verlas, son uno de mis artrópodos favoritos y esa mirada de invertebrado inteligente me fascina. A Rafa también le gustaron, así que nos metimos en un arenal al lado de la carretera, donde las hierbas agostadas albergaban más individuos. Descubrimos también una mariposa niña celeste (Lysandra bellargus) durmiendo sobre un cardo seco, y con ella practicamos la macrofotografía a oscuras totalmente, sólo con el flash de la cámara. La pobre se portó bien y pronto la dejamos en paz.
Lysandra bellargus "durmiendo".
    De vuelta ya a las habitaciones, volvimos a pasar por donde habíamos visto la Empusa pennata del principio de la entrada, pero ya no estaba, al igual que la viuda negra, que se debió asustar mucho porque ya no quiso salir. Volvimos a encontrarnos con más ejemplares de Hogna radiata, algunos con una pata de menos. Finalmente, en el último farol que revisamos, justo delante de nuestras habitaciones, encontramos las arañas más grandes que hemos visto nunca. Eran criaturas sí nos inspiraron algo dentro, no digo temor porque somos naturalistas con bastante campo andado, pero sí algo de repelús. Había dos enormes seres grises de ocho patas largas sobre este último farol, aprovechando que la luz atraía pequeños insectos, y los cazaban. Ninguno las conocíamos, de hecho, cuando Rafa me ha dicho hoy el género al que pertenecen, no me sonaba de nada: Eusparassus. Uno de los ejemplares había capturado un adulto de hormiga león. Medirían unos 7 cm.
Eusparassus cf dufouri
Eusparassus cf dufouri
    Con esta última visión arácnida y el canto lejano de un autillo nos fuimos a acostar (y aún en la habitación nos encontramos más arañas, en concreto, dos terídidos pequeños), y nos despedimos con un "ya veréis cómo soñáis todos con arañas". Y así fue.

1 comentario:

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