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viernes, 6 de abril de 2012

Una de marinas

A falta de bosques, buenas son las costas. Estos días he podido observar parejas de gaviotas de Audouin (Larus audouinii) junto a pequeños bandos migrantes de correlimos tridáctilos (Calidris alba) que se alimentaban en los limos en playas cercanas a Alicante. Cormoranes grandes y moñudos se acercan de vez en cuando por allí. No es difícil ver hoy en día gaviotas de Audouin en la costa ibérica mediterránea. De aspecto pulcro y con mirada solemne, me observan con curiosidad a la caída de la tarde mientras coloco la cámara sobre una papelera, apuntando con el objetivo directamente a ellas, a la vez que el viento del Sur me zarandea sin parar. De vez en cuando, un dominguero espanta la bandada de correlimos, que se elevan sobre las aguas del Mar en una nubecilla de plumas nerviosas. Me entretiene mirar el aspecto de las gaviotas de Audouin. Su pico rojo sangre, sus alas plateadas y las oscuras primarias que sobresalen de su parte trasera me embelesan; esa mirada curiosa, diferente a la de las agresivas gaviotas patiamarillas, se posa intermitentemente en mí y en los correlimos, o en el dominguero que los espanta. Si el Mediterráneo tuviera una representante, sin duda sería una gran gaviota de Audouin, volando bien alto en el cielo... por encima de los hoteles ilegales en primera línea de playa.




Otra limícola común es el chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus). Más fácil de ver
cerca de lagunas y salinas, también llega a la costa y a las marismas.